En las últimas elecciones hubo candidatos que perdieron por
unas decenas de votos y hubo candidatos que fueron aplastados. A algunas
personas esto les importa poco o nada, pero a otros les duele; al
menos se dieron la molestia de ir a votar, lo que hoy ya parece bastante. En
los días siguientes se comentan los resultados: las estrechas derrotas (¡pero
si faltó tan poco!) o los desastres (¡cómo es posible!). ¡Hay que hacer algo!
¡Cómo nadie hace nada! Más que un llamado a la acción, es un estado de ánimo.
Sin embargo, algunos hechos y algunas consideraciones pueden dar algo de luz al
respecto.
En mi local de votación hubo mesas que se
constituyeron a las once de la mañana porque no llegaban los vocales. Había,
también, mesas que no tenían apoderados de ningún candidato, y eso que mi local
de votación queda en el centro de una ciudad grande. Ese tipo de funciones las
tiene que hacer alguien, otros.
Algo parecido pasa cuando se trata de ir a hacer campaña –ni se diga si se trata de ir puerta a puerta, hacer donaciones a algún político emergente, o peor si el asunto es ser candidato – sobre todo si la cuestión es ser compañero de lista de algún pez más grande. Todas cosas necesarias, cosas que alguien tiene que hacer, cosas que hacen los demás.
Algo parecido pasa cuando se trata de ir a hacer campaña –ni se diga si se trata de ir puerta a puerta, hacer donaciones a algún político emergente, o peor si el asunto es ser candidato – sobre todo si la cuestión es ser compañero de lista de algún pez más grande. Todas cosas necesarias, cosas que alguien tiene que hacer, cosas que hacen los demás.
Pero a veces no hay nadie, y por no haber
apoderados de mesa (sobre todo en zonas rurales), por falta de voluntarios en
la campaña y por falta de fondos –todo eso suma– se pierden los candidatos.
Luego vienen los lamentos.
Es más fácil dejarle ese trabajo a otros.
Estamos acostumbrados. Siempre hay alguien que barre las colillas del suelo,
alguien que se presenta como vocal o apoderado mesa, alguien que hace campaña
por el candidato con el que uno simpatiza, alguien dispuesto a ser candidato,
alguien que escribe y publica lo que le indigna… hasta que no hay.
No hace falta decir que el deja esas labores a
otros no tiene el derecho a quejarse mucho. Por supuesto que la vida ya está
llena de afanes y que el tiempo es un bien escaso (aunque sea el único
equitativamente repartido), pero hay cosas que si son abandonadas dan como
resultado un desastre. Afortunadamente siempre hay alguien a hacer esos
sacrificios de tiempo, esfuerzo e incluso de dinero, pero si uno pretende que
en algo las cosas salgan como a uno le gustaría, ese alguien también tiene que
ser uno, porque en este mundo las cosas no se hacen solas.
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