miércoles, 24 de agosto de 2011

Educación, pero no demasiada por favor

por Federico García
(publicado en El Sur, de Concepción)

Cuando les pregunté a mis alumnos cómo era la educación en Chile, respondieron que mala. Cuando les pregunté si su actitud contribuía a mejorar la situación, guardaron silencio. Se quejaban por la extensión de un texto que les mandé a leer, poco más de cincuenta páginas.

La educación de calidad requiere del esfuerzo de todos: de los estudiantes menos facebook, televisión y twitter, más lectura y estudio. Porque la educación no entra por osmosis, y como casi todo lo que vale, no es algo que inicialmente resulte agradable, fácil, ni breve.

Pero en la educación se va más allá todavía: no se trata de obtener algo, sino de llegar a ser algo o alguien distinto de lo que se era. Se trata de un cambio personal profundo, y si todos los cambios cuestan y asustan un poco, mucho más un cambio que toca lo más íntimo de cada persona: ideas fundamentales, ideales éticos y estéticos, visiones del mundo y de la historia. Es más fácil y cómodo tratar de obtener los efectos de una educación pero sin entregarse a ella. Eso es imposible, en todo caso, y una muestra de mediocridad.

Por eso, es fácil darse cuenta de que lo que hoy piden los estudiantes no es educación de calidad. Lo que en realidad quieren son los resultados de una educación de calidad, pero sin los esfuerzos ni cambios personales necesarios para recibirla. En definitiva, quieren lucrar con la educación pero sin invertir en ella.

De los estudiantes adherentes al paro conozco algunos que apenas ven la sección deportiva del diario. ¿Libros? Hace años que no leen más que los obligatorios. Podría abundar sobre la cantidad horas que se pierden frente a todo tipo de pantallas, sobre la cantidad de horas que se duermen en clases (si es que asisten a ellas), pero no creo que haga falta. Lo que se echa en falta es verdadero afán de conocimiento y descubrimiento intelectual, y no una obsesión por eliminar el lucro del lugar dónde se estudia para conseguirlo más adelante en el lugar de trabajo.

Un profesor de ingeniería en Concepción me contaba que cada vez que los alumnos vienen a rogarle que les suba una nota, les muestra unas fotos del colapsado edificio Alto Río, “eso es lo que pasa cuando se pasa un ramo sin saber la materia”. La respuesta es, como la que recibía yo de mis alumnos al enfrentarlos con el reto de recibir una educación, el silencio.

Es deber de muchos, por supuesto, hacer lo posible para que los alumnos se dispongan a recibir una buena educación. Pero no es fácil cuando lo que en realidad quieren no es educación, sino un título para conseguir un empleo. El que no me crea, que intente educar de verdad y verá la reacción de la mayoría los estudiantes cuando realmente se les ofrece educación de calidad.