martes, 18 de octubre de 2011

Democracia y tomas

por Federico García (publicado en El Sur, de Concepción)

Cuando le planteé, tímidamente, a un alumno partidario de la toma de su Facultad, que no tenía derecho a impedir asistir a clases a los alumnos que no estaban de acuerdo con la toma, me respondió "es que es la mejor manera de presionar". Yo creía que Platón había demostrado concluyentemente que el fin no justifica los medios, pero no puedo culpar a ese alumno de ignorarlo, si hasta él se da cuenta de que la educación que ha recibido no es muy buena. Cuando insistí diciendo que si la educación es un derecho no se puede impedir que haya clases para los que quieren recibirlas, respondió que la asamblea estudiantil, que era soberana, había decidido la toma, y había que respetar la decisión. ¡Qué obediencia a la autoridad! Por supuesto que no tenía idea quién le había otorgado a la asamblea estudiantil el poder de decidir esas cosas. Me pareció que una asamblea que se otorga a sí misma plenos poderes sobre otros está entre lo ridículo y lo totalitario.

Esa conversación me dejó pensando sobre la cuestión de la legitimidad del poder, incluido el poder democrático. ¿Quién puede darle poder a una mayoría para privar a la minoría de algo que se considera un derecho? La participación universal en la política se basa en la igualdad entre los seres humanos. Si todas las personas somos fundamentalmente iguales, entonces todas tenemos el mismo derecho a participar en el gobierno. Por el contrario, si hay personas que son, por la razón que sea, inherentemente superiores a otras, a aquellas les correspondería gobernar y a las demás obedecer.

Asumiendo que todas las personas son iguales y capaces de participar en el gobierno, un sistema que nace de manera casi natural es el de la decisión por mayoría de votos, ya no todos pueden ejercer el poder directa y simultáneamente. Pero es aquí donde una democracia puede demoler su propia base: si empieza a tratar a la minoría como objetos sin derechos (ya sea como medios de presión, de obtención de ventajas, etc.) y no como seres humanos iguales a la mayoría, se queda sin fundamento. Ya no es el gobierno del pueblo o el gobierno de iguales por sus iguales, entendiendo que todo el pueblo tiene derecho a participar en el gobierno, sino en el gobierno del más fuerte. El que la fuerza esté dada por números es sólo una circunstancia. Ahora, si se da esa situación, la minoría a la que no se le han respetado sus derechos podría llegar a comportarse de igual manera e imponerse mediante algún otro tipo de fuerza. Se ha socavado el fundamento de la democracia aunque el que gobierna por la fuerza use mecanismos en apariencia democráticos.

Intentar hacer de la voz de la mayoría la ley suprema, sin respetar ningún derecho pre-existente, es abrir una caja de Pandora que eventualmente acabará con la democracia en la que se apoya esta noción. Por eso es preocupante que idealistas estudiantes nieguen a otros sus derechos a estudiar o a trabajar, sólo porque una mayoría (bastante relativa por lo demás) lo decreta permisible, sin cuestionarse el derecho o la legitimidad del poder que ejercen.

jueves, 13 de octubre de 2011

Enseñar ética

por Federico García, publicado en El Diario de Concepción

Siempre ocurre que después de algún escándalo financiero, como el de Enron hace varios años o el más reciente de La Polar, suenan algunas voces indicando que es indispensable que se incorpore algún ramo de ética a los programas de Ingeniería Comercial, MBA y otros.

Los que impartimos cursos de ética, que ya están incorporados en muchos de estos programas, no podemos sino sonreír. ¡Cómo si obligar a la gente a estudiar ética fuera a hacerla buena! No es que no sirvan, pero no son lo más importante. Es que la ética es un saber práctico, de los que se aprende haciendo. Ninguna cantidad de horas escuchando lecciones de moral puede reemplazar al ejercicio diario de actos buenos, que llevan a una persona a tener una vida recta.

¿Cómo enseñar ética, entonces? Sin duda la reflexión sobre el actuar humano, en una bien pensada clase, puede ponerlo en una sólida base. Sin embargo, la enseñanza de la ética ocurre en todo momento, incluso en el aula, pero no en forma teórica. La enseñanza de la ética ocurre en primer lugar con el buen ejemplo del profesor, que llega a la hora porque es de justicia para con los estudiantes, que no regala las notas para evitarse malos ratos, que nunca termina la clase antes de la hora para congraciarse con sus alumnos, etc. La enseñanza de la ética se da también en las exigencias prácticas a los alumnos: cuando no se tolera la más mínima copia en pruebas, o no se deja pasar un trabajo mal hecho, por ejemplo, o cuando se hacen valer y no se relajan las indicaciones estipuladas en el programa al comienzo del año, cuando se le llama la atención, siempre, al alumno que llega atrasado porque la impuntualidad es una falta de respeto.

Esto se puede hacer en cualquier ramo, no sólo en ética. Y este tipo de enseñanza no es sola responsabilidad de quienes nos dedicamos profesionalmente al estudio de cuestiones morales, sino de todas las personas que tienen alguna incidencia en la educación de otras. Así se previenen, desde sus posibles orígenes, los desfalcos, la corrupción y otros males a gran escala. Si se descuida esto, sin embargo, el alumno de un MBA o de ingeniería comercial recibirá sus lecciones de ética empresarial, pero será un conocimiento vacío, que habrá llegado demasiado tarde por no estar respaldado en la práctica diaria, que es donde se enseña y se aprende la ética.

martes, 4 de octubre de 2011

Iglesia y Concertación

por Federico García
(publicado en El Sur, de Concepción)

Que los líderes de la Concertación no fuera al tradicional Te Deum en la Catedral de Santiago el pasado 18 de septiembre llamó la atención de todo Chile, y no sólo por la mala educación.

Aunque nadie esté obligado a ir a la Misa de Acción de Gracias, el Te Deum de Santiago siempre ha tenido buena concurrencia de parte de todos los sectores políticos. Sin ser parte del protocolo oficial, es una tradición –un rito republicano, si se quiere- que es importantes por lo que representa.

La ausencia de la izquierda este año no fue una simple omisión. ¿Una señal de la disolución del conglomerado del arco iris? ¿Una demostración práctica de que ni siquiera  sus dirigentes se consideran a sí mismos como líderes? ¿Una iniciativa para desmarcarse del Gobierno que pasa por encima de la necesidad de mostrar unidad nacional durante las fiestas patrias?

Difícil saberlo, pero probablemente haya algo más todavía. La Izquierda siempre se preocupó de mantener buenas y estables relaciones con la Iglesia. Mal que mal, estuvo muy necesitada de la ayuda eclesiástica durante el Gobierno Militar y en ella encontró protección. Durante los veinte años que siguieron, el gobierno concertacionista siempre recurrió a la Iglesia cuando se presentaba algún conflicto. A pesar de la separación entre Iglesia y Estado que existe desde 1925, los obispos mediaron con cuanto grupo había que pusiera al gobierno en apuros, y generalmente contribuyeron a alcanzar la paz. (Por qué los obispos no pidieron, a cambio de tantos servicios algunas garantías que impidieran la erosión de las buenas costumbres, es algo que no termino de entender).

¿Por qué esta repentina frialdad o distancia de la Concertación? Dentro de la ella siempre ha habido quienes hacen alarde de su condición de católicos. Recuerdo un candidato que aparecía en su foto de campaña con su parroquia de fondo. Uno de sus partidos incluso se declara oficialmente “cristiano” (en el nombre al menos). ¿Por qué este desaire concertado? ¿Será para que ciertos grupos o personas dentro de la Concertación se muestren más decididamente de un lado u otro? ¿Será para macar la identidad del nuevo conglomerado opositor?

Ni la historia, ni la antigua amistad y ni siquiera el peso de las tradiciones fueron razones suficientes para que los líderes de la izquierda nacional asistieran al Te Deum. ¿Será que ahora que no son gobierno la Iglesia ya no puede hacerles ningún servicio por lo que se la descarta? Si así fuera, este gesto habría mostrado la verdadera naturaleza de la antigua amistad, además de la tendencia muy chilena a actuar con mirada a corto plazo. Como sea, en Chile las memorias son frágiles y nadie se acuerda de nada pasados unos meses, por lo que darse un pequeño lujo faltando a la buena educación con viejos amigo, o atentando simbólicamente contra la unidad nacional puede no tener costo alguno. Quiera Dios que quienes tengan que sacar alguna lección de este impasse, lo hagan.