martes, 17 de abril de 2012

Aborto e impuestos: comparando argumentos

por Federico García (publicado en El Sur, de Concepción)

El Senado ha rechazado los tres proyectos de ley sobre el aborto y el debate, naturalmente, ha bajado sus decibeles. La atención pública se centra en otras cosas como la ley anti-discriminación, la delincuencia y el (des)empleo. Aún así, es bueno mirar a algunos de los argumentos que circulan, quizás ahora sea un momento especialmente oportuno ya que hay más calma.
   
Fundamental es distinguir un argumento concluyente de uno accidental. Si se hace un pequeño análisis –y vaya que nos hace falta- se ve que en la mayoría de los casos se parte por el resultado y luego se busca un argumento.

Tomemos, por ejemplo, aquel que comienza por el dato que en Chile hay muchísimos abortos ilegales. Nuestra legislación, como parece evidente, no se adapta a la realidad. La solución sería liberalizar las leyes de aborto. Pareciera que la discusión quedó zanjada. Sin discutir las estadísticas, que tratándose de actividades clandestinas siempre serán especulativas, podemos ver si tal razonamiento se puede aplicar a otro contexto. Podríamos comenzar por el hecho que en Chile hay muchísima evasión de impuestos. Es obvio, por lo tanto, que la legislación no se adapta a la realidad. Lo que habría que hacer, por lo mismo, es bajar los impuestos.

Creo que se entiende el punto, pero se le puede dar otra vuelta. Se dice, por ejemplo, que en Chile, por una vía u otra, los ricos tienen acceso a abortos seguros, mientras que los pobres tienen que dar a luz a los hijos no deseados o abortar clandestinamente. Sería una exigencia de la equidad, entonces, legalizar el aborto. Pero en Chile ocurre que los ricos tienen acceso a abogados que les ayudan a evitar impuestos mientras que los pobres y la clase media se ven forzados a pagar todos sus impuestos, o son perseguidos implacablemente por el SII. Si se aplica la misma línea argumental, lo lógico sería bajar los impuestos para que ricos y pobres estén en igualdad de condiciones tributarias.

Frente a estos problemas no importa tanto ser consistente en la solución, como la razón para aplicar una u otra. Si lo que se quiere es hacer concordar la ley con la realidad, o igualar a ricos y pobres, es tan válido aumentar la fiscalización y las penas como liberalizar las leyes, en uno y otro caso. Pero eso es evadir la cuestión. Para legislar sobre el aborto no importa si de hecho la legislación se cumple o no, o si los ricos pueden quebrantarla con más seguridad que los pobres. Lo que importa es el bien que deben proteger las leyes, lo que en este caso es la vida humana: cuándo empieza, cuál es el criterio para determinar eso, y si acaso toda vida humana debe respetarse o se puede disponer ella por alguna razón. Cualquier otro argumento accidental puede darse vuelta con sin dificultad.

No son cuestiones fáciles, pero el tema es serio. Darse vueltas argumentando cosas periféricas es cobardía, deshonestidad y pereza intelectual: mal fundamento para nuestras leyes.

martes, 3 de abril de 2012

¿Puede el Estado exigirme una conducta heroica?

por Federico García (publicado en El Sur, de Concepción)

Esta es una de las preguntas que recientemente se han hecho senadores, académicos y otros que pretenden justificar el aborto. Es una pregunta capciosa, pues supone demasiadas cosas.

Comencemos respondiendo que sí. La nación sí puede exigir de algunos de sus miembros el heroísmo en aquellas ocasiones en que se presenta la disyuntiva entre comportarse como héroe o hacer el mal. Eso lo sabemos, por ejemplo, los que hemos hecho el servicio militar. Juramos servir fielmente a la Patria hasta rendir la vida si fuese necesario. Si hay políticos que no saben esto, les falta contacto con el Chile real.

Pero esto es un tecnicismo, el tema principal es otro. Se afirma que llevar a término un embarazo producto de una violación es una conducta heroica. Esto ya es un lugar común, pero es razonable cuestionarlo, preguntando si acaso abstenerse de destruir un no nacido puede ser considerado una conducta heroica o simplemente buena. Aún así, aquí tampoco está el meollo del asunto.

El fondo del problema está en el valor de la vida humana. Se ha intentado justificar el aborto diciendo que el embrión no es un ser humano vivo. En Chile hay quien aún cree esto, pero la embriología demuestra lo contrario de manera irrefutable. Luego se ha dicho que un feto, a pesar de ser un ser humano vivo, no tiene derecho absoluto a la vida por carecer de conciencia. Pero los niños de pocos meses tampoco tienen autoconciencia, lo que hace este argumento sirva –por consistencia lógica- para justificar el infanticidio a la vez que el aborto. Para evitar esto, el último paso ha sido decir que simplemente no se puede obligar a una mujer a soportar la carga del embarazo no deseado. Para darle a la situación un giro dramático se propone el caso de una menor de edad embarazada producto de una violación.

¿Puede obligarse a alguien a hacerse cargo de un hijo no deseado? En Chile se obliga al padre a pagar pensión de alimentos, y si no es capaz, se obliga a los abuelos. Es discutible si esto es exigir una conducta heroica, pero si es que existen obligaciones naturales entre las personas seguramente se puede decir algo a favor del no nacido, aún en un embarazo no deseado, por dramático que sea. Teniendo en cuenta que el no nacido es un ser humano en sus primeras etapas de desarrollo (un hecho establecido por la ciencia que sin embargo se por alto en este debate), es razonable pensar que constituye un límite a la libertad. No es fácil poner límites a la libertad, pero la vida de otros es uno de ellos. El derecho a la vida implica el deber de no matar. Este deber puede ser más o menos oneroso, pero si no se respeta es difícil que queden otros derechos.

Lo que se pide, simplemente, es que no se mate a un inocente, menos aún antes de que nazca. Si eso es una conducta heroica es un problema distinto. Por lo demás, quienes plantean sus dudas si acaso se puede exigir heroísmo en un caso así, revelan, sobre todo, su propia pusilanimidad al ser incapaces de tomar una decisión impopular a favor de quienes no pueden presionarlos, porque son muy pequeños para tener voz.