El título es latero, pero no se me ocurrió otro. Quienes
viajamos en bus con frecuencia notamos algunas constantes: Eme Bus pone tres películas
seguidas, Linatal los estrenos recientes y en casi todos usan copias piratas.
Pero suficiente de eso.
Ya se ha dicho que la tendencia individual de encerrarse en una
caja de resonancia se ha acentuado por el fácil acceso a pantallas personales y
la abundancia de opciones en internet. Se pueden pasar días escuchando la
música que uno prefiere, viendo noticias desde el punto de vista propio y
leyendo comentarios que confirman los propios prejuicios.
Exponerse a cosas distintas (recordando, eso sí, “mantener
la mente abierta, pero no tanto que se caigan los sesos”) es la solución al
encierro mental. El transporte público es una oportunidad para escuchar música que
uno no elige (después de unos minutos le pido amablemente al pasajero a mi lado
que baje el volumen) y ver películas que de otra manera uno no vería. Sirve,
como quien dice, para enterarse como está la cosa. Un elemento que me ha
llamado la atención en las películas es lo común de la extrema violencia.
Siempre hay algún pasajero que pide que la cambien.
La semana pasada pusieron una titulada “Snitch”. Trata de un
padre que entra en el mundo del narcotráfico para ayudar a reducir la sentencia
de su hijo, condenado por recibir un cargamento de drogas. De paso, arregla la relación
con el hijo, arruinada por sus largas ausencias y el divorcio. No era mala,
pero no la vería de nuevo.
La película se plantea como una crítica a las duras
sentencias por posesión y tráfico de drogas en los EE.UU. Destaca la presión a
la que los imputados son sometidos para que incriminen a otros y nota la
duración de las sentencias, desproporcionadas al compararlas con las de otros
crímenes. También critica, aunque más implícitamente, la política de aumentar
drásticamente las penas en la tercera condena de un imputado. La película entra
al debate abiertamente en los créditos finales haciendo mención explícita de
esto. Nada que objetar hasta acá.
Lo que me llamó la atención, sin embargo, es que entrando a
discutir problemas sociales, como la alta tasa de encarcelamiento y la guerra
contra las drogas, no mencionara el divorcio. Claramente, el hijo del
protagonista se ha visto dañado por un padre ausente física y emocionalmente, y
más aún por el divorcio de sus padres (todo eso se muestra). Sin embargo, ni en los créditos finales, ni en ninguna otra parte, se menciona que los hijos de
padres divorciados tienen mayores posibilidades de consumir droga y caer en
otros tipos de problemas. No se dice, y apenas se deja entrever, que la mejor
política de prevención de drogas, y de otros males, es una familia sana y
estable. La raíz del problema que se denuncia está en otro lado.
Sospecho que estas omisiones se deben simplemente a una
ceguera sobre el tema. Hay ciertas conductas y situaciones que son tan
aceptadas que no llaman la atención, ni se ven sus consecuencias aunque la
evidencia reviente en la cara. El último viaje en bus me sirvió para darme
cuenta de que así está la cosa.
Eso es buena suerte, a mí me ha tocado aproximadamente 3 veces "War horse", ¡qué película más mala! y dos veces una de un niño surfista, no tengo idea del nombre. Pésima, mamona nivel dios.
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