Hace unas semanas chileb.cl publicó un artículo sobre la copia. No es frecuente que se haga referencia a este problema cuando se habla de educación en Chile, de hecho, nadie comentó el artículo. El autor comenzaba aludiendo al problema moral que implica la copia, recordando que todos rasgamos vestiduras ante las faltas éticas de políticos y empresarios, pero que la falta de ética en los estudiantes es una conducta generalizada. (Como es casi imposible controlar la copia, suelo decirle a mis alumnos que si copian probablemente yo no los pille, pero que si lo hacen, no tienen derecho a quejarse del “sistema corrupto”: se hacen partícipes. La cara de sorpresa que ponen algunos es digna de verse.) Sin embargo, me parece que el autor de tan atingente artículo pasa, casi sin solución de continuidad, del problema moral al problema material. En énfasis final está en que los estudiantes aprueban sin aprender (lo cual es ciertamente un problema) y por ello serán malos profesionales.
Quisiera retomar el hilo argumental del artículo al que me refiero y complementar el aporte de su autor. Es cierto que la copia produce alumnos que aprueban sin aprender, pero también es cierto que se puede ser un profesional mediocre pasando a punta de copia o pasando a punta de 4.0, además la mayoría de las cosas que se aprenden en el aula se olvidan. Lo más grave de la copia, y esto hay repetirlo una y otra vez, es que atenta contra la verdad, y va creando un ambiente en el que la conducta inmoral, la mentira, no es percibida como tal. El pragmatismo que pone el resultado por sobre el modo de conseguirlo (el fin justifica los medios) puede ir permeando, después, a otras áreas de la vida: un ejemplo de ello es considerar que la copia es más mala por la falta de aprendizaje que por la falta a la verdad.
La información que tengo al respecto es anecdótica, pero son observaciones de personas que han estado en el lugar de los hechos, en contacto directo con los alumnos que copian. Se podría decir que al no ser científica y no aportar cifras, no es válida, pero por tratarse conductas morales, este tipo de información puede ser muy reveladora (además, obtener estadísticas fiables acerca de algo que implica engaño, es difícil).
Quisiera retomar el hilo argumental del artículo al que me refiero y complementar el aporte de su autor. Es cierto que la copia produce alumnos que aprueban sin aprender, pero también es cierto que se puede ser un profesional mediocre pasando a punta de copia o pasando a punta de 4.0, además la mayoría de las cosas que se aprenden en el aula se olvidan. Lo más grave de la copia, y esto hay repetirlo una y otra vez, es que atenta contra la verdad, y va creando un ambiente en el que la conducta inmoral, la mentira, no es percibida como tal. El pragmatismo que pone el resultado por sobre el modo de conseguirlo (el fin justifica los medios) puede ir permeando, después, a otras áreas de la vida: un ejemplo de ello es considerar que la copia es más mala por la falta de aprendizaje que por la falta a la verdad.
La información que tengo al respecto es anecdótica, pero son observaciones de personas que han estado en el lugar de los hechos, en contacto directo con los alumnos que copian. Se podría decir que al no ser científica y no aportar cifras, no es válida, pero por tratarse conductas morales, este tipo de información puede ser muy reveladora (además, obtener estadísticas fiables acerca de algo que implica engaño, es difícil).
La copia en Chile se considera “normal”. Quienes son testigos directos de ella, los estudiantes, no la consideran algo grave: “Le pregunté a mi compañero sobre la prueba, pero me dijo que la había copiado entera, así que no sabía si le había ido bien o no” me dijo una alumna como si nada. Puede causar cierto rechazo si produce algún perjuicio, como en el caso de las pruebas evaluadas con una escala relativa, pero sigue siendo algo completamente incorporado a la conducta: “Algunos de mis compañeros copian y eso me baja la nota –y ud. ¿no copia? – sí, pero sólo cuando estoy muy urgida.”
Se forma una especie de “punto ciego moral” que abarca a casi toda la población estudiantil. La mentira se ha establecido como el modo habitual de comportamiento, precisamente en el lugar dónde se supone que se busca la verdad. Como este comportamiento es una ceguera (nos afecta a los profesores también, que no tratamos la copia con la gravedad que se merece), no nos damos cuenta de lo que implica: una corrupción profunda del alma que ha insensibilizado parte de su conciencia. Frente a esa corrupción, el ideal –la honradez, la honestidad, la sinceridad– produce burla y rechazo.
Mientras tanto, se protesta contra las estructuras y se buscan grandes reformas, pero es más arduo reformar lo pequeño. Es difícil vislumbrar para Chile, en un futuro previsible al menos, un cambio en este ámbito, pero si se llama la atención repetidamente sobre el problema puede que más de alguno se lo tome en serio, aunque sea sólo en su vida personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario