La hipocresía a veces impresiona. Si un alumno de la universidad Arcis hubiera dicho algo así como “aquí todos pensamos parecido, somos todos trabajadores, deberíamos juntarnos más seguido” ni siquiera hubiera sido noticia. Pero como el que habló era estudiante de la UDD, mereció el desprecio de todo el mundo y el repudio generalizado. Es que Chile es un país clasista: espera de su clase alta un comportamiento distinto (¿mejor?) que el de sus otras clases, al mismo tiempo que la hace el blanco de sus burlas y el chivo expiatorio de sus males.
El problema no es que un tal Nicolás Correa haya dicho que la gente como él deba juntarse más seguido a hacer “su asadito”, ni que haya llegado hasta pedir disculpas públicas por lo dicho, en vez de decir que eso es lo él que piensa y que en Chile todavía hay libertad de expresión y de asociación, y nadie tiene por qué andar juzgando al resto por sus preferencias sociales. Probablemente la falta de respuesta no muestra tanto una falta de intelecto sino más un servilismo impropio de hidalgos castellano-vascos.
Ocurre que lo dice o piensa el tal Nicolás Correa es lo que piensan casi todos los estudiantes universitarios de Chile, que de estudiantes tienen poco. Dejemos de lado eso de juntarse con los que son del mismo estrato social o piensan parecido. Es muy enriquecedor buscar lo(s) diferente, pero al final del día lo que une es lo similar, no lo distinto; para que haya amistad tiene que haber una cierta igualdad. Por lo demás, no se me ocurre ninguna razón por la cual alguien quisiera ser parte del grupo de amigos de Nicolás Correa, como para llegar a sentirse excluido. La idea de la Universidad como parque de entretenciones y centro de eventos no tiene nada de raro, es el credo de nuestra época: el hedonismo utilitarista.
No todos viven ese credo, muchos maduran en algún momento de la vida y dejan de actuar como si lo más importante en la vida fuera el pasarlo bien, pero éste sigue siendo el credo de nuestra época. Si no se puede afirmar –más allá de la subjetividad– ningún bien mayor (como la búsqueda del honor o contemplación de la verdad), el placer sensible prolongado se erige como la única meta comúnmente aceptada. Sólo así se explica, por ejemplo, la coexistencia de la promoción de la marihuana y la prohibición de la sal, o la disolución del matrimonio y la obligatoriedad del uso del casco para ciclistas. ¿Es tan grave lo que dijo Nicolás Correa? Él sólo estaba expresando el sentimiento y aspiración de una sociedad: es tremendamente grave.
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