Algunos sectores políticos afirman que en Chile la
libertad está amenazada. Se refieren principalmente a la libertad
económica, pero hay otras libertades más básicas o más importantes, como la
libertad religiosa, la libertad de expresión o la libertad de asociación. Si
bien la libertad económica se ve afectada por la regulación, eso no es lo más
grave: se puede vivir humanamente y ser libre en otros aspectos aunque el
gobierno de turno agobie a los que generan riqueza (porque la riqueza material
no es la única riqueza ni la libertad económica la única libertad), tal como se
puede vivir humanamente y conservar la libertad interior aunque la libertad
económica genere tal cantidad de bienes que el consumismo materialista llegue a
ser agobiante. Pero las amenazas a la libertad de enseñanza, de expresión y de
asociación son una forma más grave y profunda de control que la planificación
económica: es un totalitarismo que apunta a lo más íntimo del hombre.
Estos ataques a la libertad interior del ser humano se ven
principalmente en el campo de la educación, que es donde se forma la persona.
Quien educa a los jóvenes moldea el futuro. El núcleo de la actual reforma
educacional no es educacional, como ya se ha dicho, es social. Es sobre todo un
asunto de libertad de asociación. El Estado quiere ser quien determine con
quien se juntarán los niños y qué aprenderán, e impedir que los padres puedan
hacer mucho al respecto. Pero los ataques a la conciencia no vienen sólo del
Estado, vienen también de grupos de presión minoritarios, que generan gran influencia
social y se sirven del poder coercitivo del Estado para promover su agenda
privada.
Un ejemplo claro de esto es la “explicación” que exigió el Movilh al
Colegio Cumbres, por enseñar actitudes “homofóbicas” en clases de religión. No
basta con la tolerancia en el espacio público, se busca la adhesión en el
ámbito privado, pasando por encima de la religión que se profesa. No es suficiente
acomodarse en el acto externo, se prohíbe hasta pensar distinto: la policía del
pensamiento políticamente correcto (la “gaystapo”) supervisa el panorama para
llamar al orden a todo el que se desvíe. El derecho a un proyecto propio, a una
identidad corporativa, se desmorona, seguido por el debilitamiento de la
libertad religiosa y los derechos a la libertad de conciencia, pensamiento y
expresión.
La supresión de las libertades más importantes para el ser humano puede
convivir con una economía bastante próspera. Es casi una condición necesaria,
pues parece que mientras el estómago esté lleno, a pocos les importa qué les
metan en la cabeza y el corazón. Pero para llegar a eso, es necesario que antes
la cabeza y el corazón hayan estado vacíos.
Antes de escribir huevadas debería informarse de otros sistemas de salud, digamos Canadá por ejemplo.
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