La eutanasia parece ser un problema de inconmensurabilidad
irreductible. Si se toma como punto de partida la autonomía individual, es casi
completamente lógico afirmar el derecho a tomar la propia vida cuando parezca conveniente
(aunque implique hacer una distinción entre la vida y la persona, considerando
la vida como un bien de la persona y no como el sujeto mismo). Más todavía, el
suicidio podría tomarse como la manifestación máxima y definitiva de la propia
autonomía: disponer de uno mismo hasta la propia destrucción. Si acaso acabar
con el propio “yo” implica también la anulación de la autonomía y por lo tanto
una contradicción en términos, es otro problema.
En cambio, por otra parte, si se considera que la autonomía
personal no es absoluta, que el individuo no puede disponer completamente de sí
mismo, ya sea por vínculos sociales
previos o por la dependencia del Creador, entonces el suicidio no parece algo
lícito. De hecho, cuando Santo Tomás de Aquino trata del suicidio en su
consideración de la justicia, nota que el individuo tiene deberes con la
comunidad y que el suicida haría abandono de esos deberes. Ambas posiciones, al
tener puntos de partida tan distintos, no parecen reconciliables; no sería
posible un punto de encuentro ni diálogo entre ellas.
Sin embargo, aunque el suicidio implicase una injusticia
para con la comunidad se entiende que no tendría mucho sentido legislar en su
contra: quien quiera tomar su propia vida puede hacerlo sin mayor impedimento y
una vez realizado el acto éste no puede ser castigado. Pero no es este el
problema de la eutanasia. La eutanasia, tal como se la concibe hoy, no es un
suicidio a la Hemingway: un trago de whisky, un escopetazo sin pedirle permiso
ni perdón a nadie y al infierno con todo. La eutanasia busca la asistencia en
el suicidio, ayuda en el acto, reconocimiento de un derecho por parte del resto
y hasta la aprobación de los demás en la decisión de morir.
La eutanasia busca el apoyo de las leyes y mira a la
sociedad (a la que se renuncia). ¿No se trataba de la autonomía personal? La
eutanasia, en la medida que busca la asistencia material en el acto del
suicidio de quien está impedido para hacerlo por sí mismo, en la medida en que
busca la aprobación social mediante las leyes y la afirmación de la comunidad,
hace patente que el ser humano no es completamente autónomo. Es un animal racional
dependiente, como dice Mac Intyre, por mucho que le pese, y si no lo fuese, no
sería humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario