martes, 4 de noviembre de 2014

Contradicciones de la Eutanasia

La eutanasia parece ser un problema de inconmensurabilidad irreductible. Si se toma como punto de partida la autonomía individual, es casi completamente lógico afirmar el derecho a tomar la propia vida cuando parezca conveniente (aunque implique hacer una distinción entre la vida y la persona, considerando la vida como un bien de la persona y no como el sujeto mismo). Más todavía, el suicidio podría tomarse como la manifestación máxima y definitiva de la propia autonomía: disponer de uno mismo hasta la propia destrucción. Si acaso acabar con el propio “yo” implica también la anulación de la autonomía y por lo tanto una contradicción en términos, es otro problema.

En cambio, por otra parte, si se considera que la autonomía personal no es absoluta, que el individuo no puede disponer completamente de sí mismo,  ya sea por vínculos sociales previos o por la dependencia del Creador, entonces el suicidio no parece algo lícito. De hecho, cuando Santo Tomás de Aquino trata del suicidio en su consideración de la justicia, nota que el individuo tiene deberes con la comunidad y que el suicida haría abandono de esos deberes. Ambas posiciones, al tener puntos de partida tan distintos, no parecen reconciliables; no sería posible un punto de encuentro ni diálogo entre ellas.

Sin embargo, aunque el suicidio implicase una injusticia para con la comunidad se entiende que no tendría mucho sentido legislar en su contra: quien quiera tomar su propia vida puede hacerlo sin mayor impedimento y una vez realizado el acto éste no puede ser castigado. Pero no es este el problema de la eutanasia. La eutanasia, tal como se la concibe hoy, no es un suicidio a la Hemingway: un trago de whisky, un escopetazo sin pedirle permiso ni perdón a nadie y al infierno con todo. La eutanasia busca la asistencia en el suicidio, ayuda en el acto, reconocimiento de un derecho por parte del resto y hasta la aprobación de los demás en la decisión de morir.

La eutanasia busca el apoyo de las leyes y mira a la sociedad (a la que se renuncia). ¿No se trataba de la autonomía personal? La eutanasia, en la medida que busca la asistencia material en el acto del suicidio de quien está impedido para hacerlo por sí mismo, en la medida en que busca la aprobación social mediante las leyes y la afirmación de la comunidad, hace patente que el ser humano no es completamente autónomo. Es un animal racional dependiente, como dice Mac Intyre, por mucho que le pese, y si no lo fuese, no sería humano.

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