“En lo que a mí
concierne, considero que sería mucho mejor para todos los Partidos dejar el
pasado a la historia, especialmente dado que tengo intenciones de ser yo quien la
escriba” dijo el inigualable Winston Churchill. A riesgo de ser majadero, conviene
repetir que la historia –y el juicio de histórico– no es de los vencedores ni
de los vencidos, sino los que se dan el trabajo de escribir y enseñar.
Y tal como se escribe, la historia puede reescribirse y
también borrarse, aunque esto sea un poco más difícil. Los antiguos tenían un
nombre para esto: damnatio memoriae. Todo vestigio de una persona caída en
desgracia debía ser borrado, para hacer como que esa persona nunca hubiese
nacido. Por supuesto que esta práctica crea algunas lagunas que claman por una
explicación.
Por no sólo los antiguos hacían esto, también en tiempos
recientes se ha tratado a borrar el pasado. Josef Stalin era asiduo a esta
práctica, que además está muy bien representada en la novela 1984, de George
Orwell.
Algo parecido pasa en Chile. El último ejemplo es el cambio
de nombre de la Avenida “11 de Septiembre” a “Nueva Providencia” en la capital.
(No es que mucha gente se fije en los significados de los nombres de las calles;
después de todo “Providencia” es un nombre religioso –y teológico– pero ningún
ateo o averroísta latino ha reclamado.)
Es una aplicación sui generis de la consigna “ni perdón ni
olvido”. Está clarísimo que a cuarenta años del 11 de septiembre de 1973 aún no
hay perdón. Hace poco han querido
procesar al general (r) Juan Emilio Cheyre, que ha sido el militar que más
perdones ha pedido.
En cuanto al olvido, lo ocurrido en Chile entre 1964 y 1973
parece perderse en la bruma. Eso sí que está olvidado. Pareciera que la
historia reciente de Chile, y la vida de algunos, empezara el 11 de septiembre
de 1973. Así lo declaró en un diario nacional, explícitamente, un conocido
intelectual de izquierda. Sólo desde esa fatídica fecha, que es como un gran efecto
sin causa, comienza la memoria, que es una memoria a medias (me explicaba un historiador
amigo mío que memoria no es historia). No sólo está prohibido recordar ciertos hechos
del pasado sino que, además, lo que está permitido recordar sólo puede ser
recordado de cierta manera, por eso el cambio de nombre de la avenida.
Gestos como este sólo reabren antiguas heridas, para dejar
manifiesta la infección que sigue cultivándose debajo de la frágil cicatriz.
Sería muy largo investigar por qué no hay perdón en Chile, pero puedo ofrecer tres
consideraciones: el perdón es judeo-cristiano y la parte que se siente ofendida
por cosas como una calle llamada “11 de Septiembre” (pero que no ve problemas
en honrar a Fidel Castro) contiene en su núcleo elementos profundamente anti-cristianos.
De ahí no vendrá el perdón, por muchos mea culpas que se hagan. Segundo, a
pesar de que el 11 de septiembre de 1973 puso fin a los planes de un sector
político, a cuarenta años de los hechos, quienes en su momento abrazaron la vía
violenta al socialismo real no han renunciado completamente a sus metas, y es
difícil arrepentirse de algo que se anhela. En tercer lugar, está la plata: los
miles de falsos exonerados políticos, y casos similares de personas que lucran
con esto, nos aseguran muchos años más de conflicto.
Estimado señor García;
ResponderEliminarhe leído con atención su escrito de "Olvido sin perdón", y a juicio mio, usted está muy equivocado en su conclusiones, me explico:
1) Usted sostiene que el perdón es judeo-cristiano, afirmación de todo infundada, el perdón como acción está presente desde el inicio de la cultura y como doctrina en ningún caso es privativa de las religiones judeas-cristianas. Por lo tanto atribuir a un ateo la incapacidad de perdonar, desde el punto de vista psicológico me parece insostenible.
2) Usted sostiene que el 11 de septiembre puso fin a "los planes de un sector que abrazaron la vía violenta", sectores violentista de ultraderecha como Patria y Libertad no vieran absolutamente terminados sus planes político, al contrario se beneficiaron largamente del nuevo régimen. Además como usted sabrá, después de la desclasificación de los documentos de la CIA, el golpe de estado es fruto principal del intervencionismo de EEUU en el país.
3) Sobre los falsos exonerados, si bien aun no es claro cual es la verdadera magnitud de estos, ya que muchas personas han sido acusadas injustamente de este hecho. Quienes en verdad son falsos exonerados no tienen nada que perdonar, en tanto no han sido victimas. Es un sinsentido buscar perdón en ellos.
Por último, el perdón es acción personal e íntima, nadie puede ser obligado a perdonar. Tal vez alguna vez los padres de los hermanos Vergara-Toledo perdonen por el asesinato de todos sus hijos o tal vez no, lo mismo con los familiares de los tres profesionales degollados o con los padres de Rodrigo Rojas, quemado vivo por una patrulla militar.
Sr. García no anhele el perdón, mejor busque la justicia.