martes, 9 de septiembre de 2014

El sueño y la pesadilla

Leo la prensa en la mañana y los líderes de la derecha dicen que ya no hay que mirar al pasado, sino al futuro. Lo mismo que vienen diciendo durante años. Se han quedado pegados. Me bajo del bus esa tarde y un hay grupo de personas en vigilia frente a un gran lienzo con la imagen de Salvador Allende. No hacía muchos días que la Presidente se había referido también al “sueño de Salvador Allende”. Curioso: los líderes de la derecha quieren mirar al futuro, mientras que los de la izquierda continuamente vuelven al pasado. (¿Quiénes son los momios?)

Pero esto mismo muestra la superficialidad de la derecha actual. Mientras la mayoría política, el gobierno, siga anclada espiritualmente en 1973 es simplemente liviandad declarar superado un período que es fundante en nuestra historia reciente. Hay que entender las diferencias. El gobierno militar fue, para la derecha, una reacción a unas determinadas circunstancias. Corrió su curso y terminó. Hubo una nueva constitución, plazos, un plebiscito y elecciones. Después de dos gobiernos democratacristianos y de dos gobiernos socialistas vino el gobierno de Sebastián Piñera y pareciera que todo quedó superado.

En cambio, para la izquierda, al menos para la izquierda dura (pero toda la izquierda admira y se pliega a la izquierda dura), la revolución socialista, el gobierno de Salvador Allende, es una herida abierta porque es un proceso interrumpido, que no pudo correr su curso (quizás era imposible que lo hiciera, lo que hace la situación más dolorosa aun). Los gobiernos de la Concertación, que tuvieron su final natural por agotamiento, no cuentan porque no fueron revolucionarios. La revolución todavía está inconclusa.

Lo que agrava la situación es que mientas la izquierda chilena soñaba en el exilio, la revolución se desmoronó en el resto del mundo. Cayó el muro, Alemania oriental, dónde tantos buscaron refugio, pasó a la historia. La Unión Soviética, que con su imperialismo apoyó a los revolucionarios de todos lados, se desintegró sin que se disparase un tiro; se desintegró agotada. Sólo queda Cuba, aislada, desencantada, gobernada por una gerontocracia que ya no fue capaz de cumplir sus promesas. (¿Y Venezuela? Nadando en petróleo se muere de hambre.) Incluso el estado de bienestar europeo se tambalea. La izquierda chilena vive de un sueño de un pasado inconcluso, del cual todos han despertado. No es raro no querer despertar, porque los sueños suelen más agradables que la realidad.

¿Podrá despertar la izquierda, sin dejar de ser izquierda? Para eso la derecha tiene que sacudir la modorra de su propio sopor. Podría hacer explícito el sueño de Allende, explicitándolo más allá de su retórica. Habría resistencia, por supuesto (como la que hay al tratar de sacar de la cama a un adolescente). Tendría que dejar de mirar tanto al futuro y mirar al pasado, ese pasado donde se forjó el presente que ahora domina la izquierda casi sin contrapeso.

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