La intención era buena y la idea también. Cuando se tomó la
medida de incluir dentro del puntaje para la selección universitaria el
“ranking” de notas de cada alumno, se consideró que los hábitos de estudio reflejados
en la posición relativa de cada alumno en su curso eran algo deseable para las
universidades (los hábitos son un buen predictor de éxito académico). Además,
el “ranking” ayudaría a alumnos de malos colegios, es decir, de escasos
recursos: siendo jóvenes de esfuerzo, se verían recompensados a pesar de su
mala preparación.
Estas consideraciones preliminares muestran la insuficiencia
del puntaje de la PSU (más las NEM) como medio de selección, pero el monopolio
que de facto ejerce el Estado por medio del sistema de admisiones, créditos,
etc. no permite mayor despliegue de proyectos originales.
A pesar de la buena intención hubo consecuencias
inesperadas, es algo que suele ocurrir al aplicar políticas sociales. La
realidad es dinámica, no estática: al aplicarse una política a una situación
particular no se obtiene la situación original más la política aplicada (la
solución), sino una situación completamente nueva, con problemas propios (es
algo que los planificadores no acaban de comprender, porque implicaría el fin o
la prolongación indefinida de la ingeniería social). La realidad es demasiado
compleja para poder ser manejada con tanta facilidad, más si se trata de la
realidad humana.
No es que el comportamiento de las personas sea
impredecible, sino más bien que no sigue los patrones esperados por los
planificadores. Las personas tienden, de manera comprensible, a defenderse de
que aquello que parece amenazarlas. Si hacen sacrificios, suele ser por cosas
concretas más que por abstracciones.
En el caso del “ranking” lo inesperado fue la fuga de
alumnos de liceos emblemáticos (algo parecido ocurre, a menor escala, en los
colegios privados dirigidos a alumnos de escasos recursos: en IV medio se van a
colegios fiscales para poder optar a becas). Esto ha provocado todo tipo de
protestas, reclamos y peticiones. El comportamiento realmente inesperado es el
de los alumnos de los colegios que reciben a los “fugados”: ellos se ven
perjudicados con la llegada de otros estudiantes que los desplazaran hacia
abajo en el “ranking” pero no dicen nada, los más perjudicados sufren en
silencio los efectos del experimento. Quizás algunos de ellos se vayan a otros
colegios, de inferior calidad aun, para poder quedar en la cúspide.
En cualquier caso, una intervención genera una reacción en
cadena. Lo que sería realmente inesperado es que los planificadores e
ingenieros sociales aprendieran algo de humildad y prudencia frente a una
realidad que siempre los supera.
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