En cierto sentido, lo que la derecha pueda ofrecerle a Chile
depende de la izquierda. Una posibilidad es que la derecha le ofrezca al país políticas
de izquierda atenuadas: un acuerdo de vida pareja en vez de matrimonio entre
personas del mismo sexo; alzas de impuestos, pero no muy altas; etc. Habría que preguntarse por qué una persona habría
de preferir una imitación barata al objeto real.
La otra posibilidad es que la derecha le ofrezca a Chile
algo distinto. Para eso tiene que intentar comprender a lo que se opone, lo que
puede también ayudarle, en parte, a definir su propia identidad. La izquierda,
a pesar de que su núcleo más duro nazca de un análisis materialista de las relaciones
de producción, ya no se plantea solamente como un programa económico. Su
planteamiento es más amplio y su fin es la autonomía del individuo (en todo
caso, este fin presupone una concepción materialista de la realidad y necesita
de bastante ayuda estatal). La meta es el “hombre nuevo”, más que el control
gubernamental de la producción. Por eso el hincapié en la igualdad más que en
la justicia, por ejemplo. Esto, por supuesto, implica un cambio radical o
refundación de la sociedad.
Teniendo esto presente, para que pueda ofrecer algo al país,
la derecha tendría que reevaluar el énfasis que ha puesto en la economía y
bienestar material como principal aspecto de la realidad, y en la libertad
–sobretodo económica– como el principal bien a proteger. Considerando lo anterior,
habría que preguntarse si algunos grupos de la actual derecha chilena no tienen
más en común con la izquierda post-marxista que con el sector que los vio
nacer.
Frente a las refundaciones y revoluciones de la izquierda la
derecha puede mostrar la bondad de lo permanente: la naturaleza humana como es
–trascendente, pero también enraizada en un lugar y tiempo– y no como nos
gustaría que fuese, de la sociedad como un todo orgánico e histórico y no como
la realización de un plan abstracto pensado por intelectuales (“sistemas tan
perfectos que nadie necesitará ser bueno” en palabras de T.S. Eliot). Nociones
como libertad en el orden, familia, civilización, continuidad e identidad son bastante más
sólidas que crecimiento económico y libertad de emprendimiento. Unido a esto,
una denuncia clara de los males sociales –y no sólo económicos– causados por la
imposición de la ideología sobre una realidad que no la resiste, puede dar
lugar a un ideario que supere el materialismo, que sea un aporte para el país y
que entusiasme a un número significativo de personas.
Un ofrecimiento de este tipo podría reconfigurar el eje
político, dejando atrás el viejo esquema de izquierda y derecha, y dando lugar
a uno de conservadores y liberales. Las nuevas alianzas, algunas fundamentales
y otras meramente tácticas podrían sorprender a más de uno.
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