Los líderes estudiantiles han sido implacables en su
exigencia de educación universitaria gratuita. El caso Peirano sigue haciendo
olas y eso que el nuevo gobierno todavía no asume.
La respuesta esta exigencia suele ser que sería injusto dar
educación gratuita a quienes pueden pagarla. Parece razonable, pero los estudiantes no
transigen. Hay asuntos que son de todo o nada. Saben bien que por dejar un resquicio
abierto se les pueden meter variables indeseadas. Eso también lo sabemos
quienes defendemos otros bienes.
Por otra parte, como objeción, es bastante débil, puesto que
los impuestos de los que tienen más financiarían los estudios de todos. Es
decir, a los más acaudalados tendrían que pagar su educación y la de los que
tienen menos.
Se podría responder que, si bien la sociedad entera se
beneficia cuando uno de sus miembros se educa, el principal beneficiado es el
que recibe la educación, sobre todo en Chile, donde la educación está casi completamente
orientada a la práctica de una profesión. Sería justo que el principal beneficiado
se hiciera cargo del costo. Además, dado que muchos jóvenes no llegan a la
universidad, aquellos que acceden a la educación superior son privilegiados y
la gratuidad sería acumular un privilegio sobre otro.
Pero el asunto va más allá. Se trata de si la educación es
un derecho y cómo debe garantizarse. El lenguaje de los derechos es atractivo,
pero los derechos tienen un fundamento y eso nos obliga a superar la consigna. Si
la educación es un derecho, es distinto al derecho a la integridad física, por
poner un ejemplo. Uno tiene derecho a pedirle a otro que respete la integridad
de uno; para eso, el otro simplemente tiene que abstenerse de hacer algo.
Ahora bien, es legítimo preguntarse si uno tiene derecho a
pedirle a otro que le entregue educación a uno. También puede uno preguntarse
si la educación es algo que se le puede pedir a cualquiera. Pero no se debe
olvidar que el ser humano vive gracias a su intelecto y no a sus instintos y el
intelecto requiere de educación. Negarle a una persona el desarrollo de su
inteligencia es como negarle la comida para el cuerpo. Sin embargo, tal como
algunas personas son directamente responsables de mantener la vida corporal de
otras, lo mismo ocurre con la vida intelectual.
La cosa se complica más. Cierto que la educación es un
derecho, porque el ser humano la necesita para ser plenamente humano, pero de
ahí no se sigue que un tipo determinado de instrucción sea un derecho, o que ir
a la universidad también lo sea, y que la sociedad entera tenga el deber de
entregarlo.
Por último viene la parte práctica. ¿Podría el Estado poner
un puntaje mínimo de ingreso a la universidad gratuita? ¿Qué pasaría si ese
puntaje fuese tan alto, que sólo unos pocos lo alcanzaran? ¿Podría el Estado
poner condiciones para la permanencia de un alumno en la universidad? ¿Puede
decirse que la educación sea un derecho universal, considerando esto? ¿Qué pasa
si el alumno educado gratuitamente no encuentra trabajo, o decide trabajar en
otro país (como de hecho ocurre)? En fin, mientras no se llegue más allá de la
consigna, no puede esperarse mucho avance.
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