martes, 21 de mayo de 2013

La candidata afectiva

Algunos esperábamos que la candidatura de Michelle Bachelet reventara por su evidente incompetencia, pero la irritación seguía al asombro al verse que parecía imposible botar a la candidata.

Sin embargo las cosas ocurren de manera distinta a lo esperado y, en vez de reventar, la candidatura de Bachelet parece irse desinflando de a poco. Habrá que ver cuánto alcanza a desinflarse de aquí a noviembre. Por lo mismo escribo esta columna antes que quede obsoleta.

A pesar de la baja de entusiasmo en las filas del bacheletistas, aún muchos se preguntan cómo es posible que el actual gobierno tenga menos aprobación que el anterior, cuando por donde se mida lo haya hecho mejor. No se trata sólo del crecimiento económico y empleo, sino también de la reducción de la desigualdad y pobreza, aumento del ingreso mínimo real, etc.

Una explicación posible está en el hábil manejo, por algunos sectores, de cierto descontento acumulado, y en la poca habilidad comunicacional del gobierno. Algo de eso habrá. Pero me parece que para buscar la causa hay que ir un poco más profundo.

Lo que todos queremos, en última instancia, es felicidad, y el actual Presidente hace muchas cosas pero no entrega eso. Michelle Bachelet, en cambio, a pesar de su falta de carácter para actuar y de su nula responsabilidad para hacerse cargo de lo que hace, sí entrega felicidad o al menos un sentimiento que se le parece.

Esto es serio, porque nos remite a la pregunta sobre qué debe hacer un gobierno por los ciudadanos. La respuesta que casi siempre obtengo cuando pregunto esto a mis alumnos (estudiantes en una universidad tradicional no-estatal) es que la función del Estado es satisfacer todas las necesidades. Eso explica bastantes cosas. Si les pregunto si eso incluye las necesidades afectivas, se ríen un poco. Pero eso es lo que hace Bachelet.

Si el actual gobierno reemplazó la política por la técnica, el gobierno anterior politizó hasta los sentimientos. Quizás el error de Piñera y asesores, fue querer cumplir los anhelos más profundos de los chilenos sólo con un gobierno eficiente, olvidando que lo que estaba en juego era algo más amplio: dejar claro que la función del Estado no es hacer que los ciudadanos se sientan queridos y felices, sino velar por el bien general. Esto puede parecer la receta para una derrota, pero el ofrecimiento de Churchill al pueblo inglés fue “sangre, trabajo, lágrimas y sudor”, y el Primer Ministro obtuvo apoyo.

Ahora, si la frase de Churchill suena a locura, no es sólo porque sean estos otros tiempos, sino porque la costumbre de esperar la satisfacción directamente desde el Estado (más que un orden que habilite para conseguirla) ha calado tan hondo que a pocos se les ocurre cuestionarla. Alguien que intente ganarle a Bachelet no en su propia cancha de generar sentimientos simpáticos y afectuosos, sino que quiera cambiar la manera de entender la función del gobierno y la política, tendría que ser un estadista, y en el modelo de nuestra ex-presidenta, los estadistas no caben.

1 comentario:

  1. Como siempre: creo que has acertado, quermos una mami que nos regalonee y que se adelante a solucionarnos todo y ella hasta pinta maternal tiene.

    Saludos

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