Chile parece ser un
país en constante emergencia: la tranquilidad es algo anormal. Sin embargo, nunca
estamos preparados. Cada emergencia es una sorpresa. Vivimos como si nunca
fuera a pasar nada, hasta que pasa algo, y siempre pasa algo. Es cómodo vivir
así: para las autoridades es mejor que la gente esté tranquila y que la plata
se gaste en cosas vistosas y no en prevención. (A demás, si la prevención se
hace bien, se evita el desastre y aparece, entonces, como innecesaria). Para
uno mismo es más fácil no aparecer ante los demás como pesimista, evitar la
angustia de anticiparse y el trabajo de prevenir. Prepararse para lo peor
parece un sinsentido: planificar para el día que uno espera que nunca llegue.
Pero es mejor estar preparado mil veces y no necesitarlo nunca, a necesitarlo
una vez y no estarlo.
En las emergencias el ciudadano busca el apoyo del gobierno.
Es natural, el gobierno existe para ocuparse de aquello que supera las
capacidades del hombre común. Pero el gobierno, excepto las fuerzas armadas y
de orden, habitualmente falla en estos casos; la ineptitud es patente y, sin
embargo, se sigue esperando que el gobierno sea la solución. Las comunidades se
organizan después de cada emergencia, pero por falta de preparación esa
organización es poco profesional. Ya que siempre habrá desastres y ya que no se
puede esperar mucho del gobierno, quizás sea el momento de potenciar las
capacidades del hombre común para reaccionar frente a una emergencia. La misma
Onemi tiene una serie de recomendaciones para enfrentar mejor las emergencias,
entre otras cosas, recomienda tener la capacidad de ser autosuficiente –como familia–
por 72 horas. Es casi impensable que mucha gente se tome en serio estas
recomendaciones, la imprevisión del chileno es proverbial (es cosa de ver el
nivel de endeudamiento). Aun así, podría ser útil hacerse algunas preguntas para estar mejor preparado,
más todavía si hay personas que dependen de uno.
Por ejemplo ¿Sabe ud. a qué desastres está expuesto por la zona en que
vive (incendio forestal, maremoto, inundación, etc.)? ¿Sabrá qué hacer cuando
alguno de esos desastres ocurra? ¿Qué tiene pensado hacer respecto de otras
emergencias derivadas de un desastre (incomunicación, saqueos, etc.)? ¿Tiene
como cocinar si falta el gas o la electricidad? ¿Tiene en su casa cosas como una
linterna, una radio a pilas, un viejo celular cuya batería no se acabe en un
día? ¿Conoce a sus vecinos? ¿Tiene
como defender a su familia en caso de un desorden más grave? ¿Tiene un arma y
sabe usarla? ¿Es ud. físicamente capaz de afrontar una emergencia (correr sin
fatigarse, cargar a otra persona, etc.)?¿Sabe si el neumático de repuesto de su
auto está en buen estado? ¿Mantiene el estanque del auto con suficiente bencina para afrontar una emergencia? ¿Sabe tratar heridas y emergencias médicas menores? ¿Tiene en su casa un botiquín de primeros auxilios? ¿Están en buen estado los medicamentos de su botiquín? ¿Sabe
qué hacer para entretenerse ud. y a sus niños cuando no hay televisión o
internet? ¿Sabe cómo disponer de desechos si no hay alcantarillado o recolección de basura? En fin, la lista podría seguir. Pero no se trata de prepararse para
el apocalipsis, ya que cuando finalmente llegue no habrá nada que hacer. No se trata,
tampoco, de que estas medidas vayan a salvar la propia vida o la de un familiar
(aunque podrían hacerlo), porque el ser humano aguanta mucho, pero sí que
podrían hacer una emergencia más llevadera. Se trata de tener la
tranquilidad mental de estar lo mejor preparado posible, de saber que en caso de
emergencia uno no quedará completamente a merced de lo que otros hagan, y, sobre todo, de
tener la tranquilidad de conciencia de saber que quienes dependen de uno pueden dormir tranquilos, porque uno se ha hecho el primer responsable de su seguridad.
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