jueves, 9 de abril de 2015

Los desastres

Chile parece ser un país en constante emergencia: la tranquilidad es algo anormal. Sin embargo, nunca estamos preparados. Cada emergencia es una sorpresa. Vivimos como si nunca fuera a pasar nada, hasta que pasa algo, y siempre pasa algo. Es cómodo vivir así: para las autoridades es mejor que la gente esté tranquila y que la plata se gaste en cosas vistosas y no en prevención. (A demás, si la prevención se hace bien, se evita el desastre y aparece, entonces, como innecesaria). Para uno mismo es más fácil no aparecer ante los demás como pesimista, evitar la angustia de anticiparse y el trabajo de prevenir. Prepararse para lo peor parece un sinsentido: planificar para el día que uno espera que nunca llegue. Pero es mejor estar preparado mil veces y no necesitarlo nunca, a necesitarlo una vez y no estarlo.

En las emergencias el ciudadano busca el apoyo del gobierno. Es natural, el gobierno existe para ocuparse de aquello que supera las capacidades del hombre común. Pero el gobierno, excepto las fuerzas armadas y de orden, habitualmente falla en estos casos; la ineptitud es patente y, sin embargo, se sigue esperando que el gobierno sea la solución. Las comunidades se organizan después de cada emergencia, pero por falta de preparación esa organización es poco profesional. Ya que siempre habrá desastres y ya que no se puede esperar mucho del gobierno, quizás sea el momento de potenciar las capacidades del hombre común para reaccionar frente a una emergencia. La misma Onemi tiene una serie de recomendaciones para enfrentar mejor las emergencias, entre otras cosas, recomienda tener la capacidad de ser autosuficiente –como familia– por 72 horas. Es casi impensable que mucha gente se tome en serio estas recomendaciones, la imprevisión del chileno es proverbial (es cosa de ver el nivel de endeudamiento). Aun así, podría ser útil hacerse algunas preguntas para estar mejor preparado, más todavía si hay personas que dependen de uno.

Por ejemplo ¿Sabe ud. a qué desastres está expuesto por la zona en que vive (incendio forestal, maremoto, inundación, etc.)? ¿Sabrá qué hacer cuando alguno de esos desastres ocurra? ¿Qué tiene pensado hacer respecto de otras emergencias derivadas de un desastre (incomunicación, saqueos, etc.)? ¿Tiene como cocinar si falta el gas o la electricidad? ¿Tiene en su casa cosas como una linterna, una radio a pilas, un viejo celular cuya batería no se acabe en un día? ¿Conoce a sus vecinos? ¿Tiene como defender a su familia en caso de un desorden más grave? ¿Tiene un arma y sabe usarla? ¿Es ud. físicamente capaz de afrontar una emergencia (correr sin fatigarse, cargar a otra persona, etc.)?¿Sabe si el neumático de repuesto de su auto está en buen estado? ¿Mantiene el estanque del auto con suficiente bencina para afrontar una emergencia? ¿Sabe tratar heridas y emergencias médicas menores? ¿Tiene en su casa un botiquín de primeros auxilios? ¿Están en buen estado los medicamentos de su botiquín? ¿Sabe qué hacer para entretenerse ud. y a sus niños cuando no hay televisión o internet? ¿Sabe cómo disponer de desechos si no hay alcantarillado o recolección de basura? En fin, la lista podría seguir. Pero no se trata de prepararse para el apocalipsis, ya que cuando finalmente llegue no habrá nada que hacer. No se trata, tampoco, de que estas medidas vayan a salvar la propia vida o la de un familiar (aunque podrían hacerlo), porque el ser humano aguanta mucho, pero sí que podrían hacer una emergencia más llevadera. Se trata de tener la tranquilidad mental de estar lo mejor preparado posible, de saber que en caso de emergencia uno no quedará completamente a merced de lo que otros hagan, y, sobre todo, de tener la tranquilidad de conciencia de saber que quienes dependen de uno pueden dormir tranquilos, porque uno se ha hecho el primer responsable de su seguridad.

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