No, no es que los buenos estén a favor del aborto así no
más, porque el aborto es siempre “algo” terrible, por lo que ojalá nadie
tuviera que pasar. Pero los buenos son tan comprensivos que no impondrían su
opinión a nadie, no juzgarían al que actuara distinto y entienden que se trata
de una decisión dura, personal.
En nuestra sociedad existe una clase, autodefinida pero con
amplio reconocimiento, de los oficialmente buenos. Son los dueños de la bondad.
Como son buenos, hacen y dicen cosas buenas. Parte importante de su oficio consiste
en denunciar a los malos, eso es lo que les da más visibilidad.
En estos días ha ocurrido algo curioso: los malos, en gran
número, se han lanzado a defender la vida del que está por nacer y se han
opuesto a las iniciativas para despenalizar el aborto. (El aborto, como la
marihuana y el matrimonio entre personas del mismo sexo es un gusto de cuico
joven). Las críticas no se han hecho esperar de los buenos: hipocresía e
incoherencia.
Dicen los buenos que los que ahora se oponen al aborto en su
momento estuvieron a favor de la pena de muerte, o que no se ocupan de los
demás en ninguna otra forma, etc. (los buenos pueden juzgar el pasado, presente
y las intenciones de quienes no conocen personalmente). Interesante, aunque no
vaya al fondo de la cuestión, que es la condición del no nacido. Pero, en
efecto, podría darse una incoherencia al defender al no nacido y no ocuparse
del nacido. El asunto es cómo se resuelve. Da la impresión que los buenos quieren
que los malos sean coherentes en su maldad (con eso les dan la razón en su
oposición al aborto). No es que se los anime a ocuparse de los nacidos, sino
que se los reprende por ocuparse del no nacido.
¿Y si los malos fuesen favorables al aborto, los buenos, los
que han criticado, serían contrarios? ¿Se quedarían más tranquilos? (¿Les
remuerde la conciencia por no ser capaces de abrazar esa bandera?). Esta
situación me recuerda una conversación que tuve con una compañera de curso hace
mucho tiempo, en un país donde el aborto era legal y el debate, fiero. Me dijo:
“entiendo que el aborto es un crimen, pero me supera ponerme del mismo lado de
los pro-vida”.
Dos consideraciones: primero, la realidad es compleja, y los
malos no son nunca ni siempre tan malos como les parece a los buenos. Segundo, al parecer hay algo que a los
oficialmente buenos les importa más que hacer el bien, que es su propia imagen.
Si para mantenerla hay que ensuciar la de otro (en vez de unirse en la defensa
de una causa común), quiere decir que es muy precaria. Los beneficiarios de los
oficialmente buenos no pasan de ser actores secundarios en este drama, y al no
nacido no le alcanza ni para eso.
Qué ridículo. Los únicos que se han declarado como oficialmente buenos, y lo siguen haciendo, han sido quienes han gobernado (y lo siguen haciendo) con una biblia en una mano, y una cruz en la otra. Atine a quienes adscriben los pésimamente auto denominados pro vida.
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