martes, 9 de abril de 2013

¿Demagogia, mafia o plutocracia?

Las palabras del alcalde de Aysén, demasiado pronto olvidadas, junto con algunos otros hechos de la política actual, destacan algunos problemas propios de la democracia moderna. No se trata de sustituir la democracia por otro sistema, sino de ser capaz de tener una visión crítica, para poder corregir sus problemas, tal como algunos lo hacen para el libre mercado, en economía.

Esto no es fácil en Chile. Cualquier crítica suele ser mal recibida, y dado que el país vivió un estado de excepción, la democracia adquirió el aspecto de una tierra prometida. Pero ningún sistema ideado e implementado por seres humanos imperfectos tiene muchas posibilidades de ser perfecto. Más aún, todo sistema tiene sus tendencias propias, que si llegan hasta el extremo pueden causar más daño que bien. Esto lo tenían muy presente los fundadores de la primera democracia moderna, y quedó también plasmado en la gran obra de un admirador de este sistema, como lo fue Alexis de Tocqueville.

El alcalde de Aysén se quejó de que, al pedir contribuciones para su campaña, una empresa de energía le ofreció sólo tres millones de pesos, cifra que consideró muy baja. Por lo mismo, llamó a oponerse a esa empresa. La lección quedó clara: una empresa puede comprar un candidato con generosas contribuciones a la campaña, y si no lo hace sufrirá las consecuencias.

En la democracia moderna, donde vota mucha gente, es necesaria la publicidad para tener opciones reales de ganar. La publicidad es cara. Si la paga el candidato, sólo podrían ser candidatos las personas acaudaladas, cosa que la democracia quiere evitar. Por otra parte, si alguna persona o grupo, logra que un candidato salga elegido con su ayuda económica, tendrá poder de presión sobre él. (Es cierto que un funcionario puede actuar libremente, pero si se enemista con sus benefactores sabe que probablemente sólo durará un período en el cargo.) Pero si se limitan las contribuciones privadas, se limita la libertad de los ciudadanos de promover al candidato de su elección, cosa que sería anti-democrática.

Si un candidato no recibe ofertas de interesados en comprar su gestión, existe la posibilidad de que él mismo la ponga en venta, mediante programas populistas o demagógicos; la tendencia natural de un sistema en que lo básico para ganar es conquistar votos.

Ahora, las tendencias propias de un sistema tienen que corregirse desde fuera, si hay necesidad. En el caso del riesgo que corre la democracia de convertirse en una plutocracia, en el caso que los grupos acaudalados compren candidatos, o en una demagogia en el caso que los candidatos sacrifiquen el futuro para una ganancia inmediata, o en una mafia si es que un candidato amenaza en usar su poder si no recibe apoyo (el caso de Aysén, al parecer), sólo puede corregirse si se corrigen las personas, individualmente. Es decir, una democracia sólo puede sobrevivir si hay ciudadanos virtuosos: lo tenían claro de Tocqueville, los fundadores de los Estados Unidos, y en Chile, Portales. Pero poco se oye hablar de esto.

1 comentario:

  1. Lo más triste del mejor sistema que tenemos de gobernarnos es que tiene el germen del suicidio en si mismo. Si no logramos tener un pueblo educado y virtuoso podemos llegar a la peor tiranía....democráticamente....

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