martes, 4 de junio de 2013

Profesionales Importados

Hace unos días un amigo comentaba que se estaba notando la llegada de los profesionales españoles a Chile. No estaba muy tranquilo, eran competencia. No manejo números, pero otro añadía que todas las semanas le llegaban un par de peticiones de trabajo desde España. La crisis europea, y sobre todo la falta de empleo, está haciendo que la historia (algo) se repita: españoles aventureros dejan la Madre Patria para ir a buscar mejor fortuna en el Nuevo Mundo.

No hace falta entrar a investigar las causas de la crisis en Europa, son bastante complejas, y van más allá de la economía. Además, quienes las entienden no necesitan una explicación, y a quienes no las entienden una explicación no les serviría (¿O habrá que abundar acerca del fracaso del Estado de Bienestar después de los disturbios en Suecia?). Es una lástima no poder escarmentar en cabeza ajena. Pero podemos considerar un pequeño detalle.

A pesar de que unos cuantos recién llegados pongan nerviosos a los que ya están acá, y que algunos individuos salgan personalmente perjudicados,  es de esperarse que el resultado general sea bueno para el país; implicaría un alza en el nivel general de los profesionales, en cantidad, por supuesto, y quizás también en calidad. Muchos de los españoles que llegan a estas costas tienen, además de su título, algún postgrado.

Sin embargo, aunque los títulos puedan ser equivalentes, hay una diferencia entre los profesionales importados y los hechos en Chile. Los europeos estudiaron con mucha ayuda del Estado. “Competencia desleal” dirá el atribulado chileno, que tuvo que pagarse sus estudios recurriendo a su familia o a la deuda, mientras el español que llega a postular al mismo puesto de trabajo descansaba sobre los contribuyentes – y aprovechaba de añadir un magíster a su título.  Es por esto que este influjo de profesionales españoles no es una exportación, sino más bien un regalo de España a Chile. No deja de ser extraño que el dinero del contribuyente español termine, finalmente, beneficiando a una empresa o institución chilena. Lo triste es que al contribuyente hispano no le sobran los recursos.

Si se tratase de cosas materiales, los chilenos afectados podrían invocar alguna ley que los protegiera de la llegada de bienes subsidiados por un Estado extranjero, pero las personas no son sometidas a ese escrutinio. Como moraleja de todo esto, se puede concluir, tentativamente, que la educación gratuita no sirve de mucho si se descuidan las condiciones para que pueda aprovecharse. En el peor de los casos, los recursos pueden terminar lejos del país, en algún lugar insospechado.

2 comentarios:

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  2. Otra vez viene la ola migratoria desde el este y yo no me quejo pues generalmente los inmigrantes aportan más que los locales, no sé por qué. Lo que sí me da para pensar es en el qué dirán los que en sus tiempos de bonanza nos trataban de sudacas y llegaban hasta el maltrato físico por ser migrantes en su país.

    Sorpresas nos da la vida.

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