por Federico García (publicado en El Sur, de Concepción)
Al momento de ser redactada esta columna el Congreso todavía no aprueba el presupuesto para el próximo año, pero la situación se mantiene tranquila, no hay ecos de 1891. Se nota, eso sí, un estilo distinto de ser y hacer oposición al que nos habíamos acostumbrado en los últimos veinte años. (Está a punto de terminar el mandato de Sebastián Piñera, y parece que la Concertación no acaba de convencerse no le tocó estar en La Moneda este período.)
Al momento de ser redactada esta columna el Congreso todavía no aprueba el presupuesto para el próximo año, pero la situación se mantiene tranquila, no hay ecos de 1891. Se nota, eso sí, un estilo distinto de ser y hacer oposición al que nos habíamos acostumbrado en los últimos veinte años. (Está a punto de terminar el mandato de Sebastián Piñera, y parece que la Concertación no acaba de convencerse no le tocó estar en La Moneda este período.)
No han sido años fáciles para el presidente y su gobierno, si Alianza esperaba tener una oposición como la que pedía Portales, o de la manera que ella misma lo fue, se equivocó. Es cosa de recordar. Cuando a la Concertación “se le olvidó” inscribir sus candidatos, la Alianza permitió que el plazo se extendiera. Cuando un senador concertacionista calumnió de la manera más baja a uno de la Alianza, ésta lo dejó pasar como si nada, cuando salieron a la luz hechos de corrupción en los ministerios de los gobiernos de la Concertación, la oposición de ese entonces les echó tierra, y cuando habiendo llegado al poder la Alianza se encontró con todo tipo de irregularidades de los antiguos ocupantes de La Moneda, el nuevo gobierno decidió caballerosamente no escarbar ni remover las aguas. Todo esto para resguardar la estabilidad, que permite hacer un buen gobierno y promover el bien del país.
A la luz de hechos posteriores no queda claro si el bien del país era lo mismo que el bien de los partidos políticos. Lo que a algunos les llama la atención (pero otros notaron hace muchos años) es la respuesta que ha dado la oposición a los “favores” de la Alianza. Desde el primer momento la oposición ha sido férrea: acusaciones constitucionales (que quedaron en nada), respaldo masivo a movilizaciones contrarias al gobierno (pero que al final apuntaban a las políticas aplicadas en los años precedentes) y ahora la reticencia a aprobar el presupuesto.
Es que la oposición que existe entre izquierda y derecha no es la misma que había entre liberales y conservadores. (Mucho ha cambiado en el mundo desde aquel 21 de febrero de 1848). Y la derecha no parece haberse dado cuenta que la oposición –que no termina de aceptar que Bachelet no haya podido traspasarle su popularidad a Frei– le negará la sal y el agua porque opera con otra lógica; la lógica de la lucha, y con otra convicción; que sólo ella es poseedora de la verdad y la bondad, por lo que todo es lícito para combatir al contrario.
No se trata de avivar el fuego, pero sí que la derecha tome nota de qué tipo de oposición ha tenido, y que pondere qué puede augurar eso para el futuro (sea o no gobierno nuevamente). El trato entre oponentes políticos exige prudencia, o astucia, pero también exige discernir qué clase de adversario se tiene al frente. Desde que la Concertación no se presentó al Te Deum el año pasado, mostró ser de clase muy mala. Pero, si además de tener que tolerar golpes (bajos) desde fuera, la Alianza no frena sus peleas internas, es probable que se vaya al suelo pronto.
No pude comentarte en El Mostrador. Lo hago acá.
ResponderEliminarNuestra oposición durante el gobierno de Piñera ha actuado como un taimado que se pìcó. Le quitaron la pelota y no quiere jugar ni dejar que los demás lo hagan.
Saludos a Conce.