miércoles, 19 de septiembre de 2012

Vida militar y discriminación

por Federico García 

Ardió Troya con la publicación del ya famoso instructivo del Ejército en el que se indica no admitir en las filas a, entre otros, homosexuales. Era de esperarse, es inexplicable que el autor no haya podido anticiparse a lo que pasaría. Hay ciertos temas qué sólo pueden tratarse con guante de seda (mientras que otros pueden mencionarse con menos delicadeza sin que importe mayormente. No deja de sorprender que casi toda la indignación haya sido suscitada por la exclusión de homosexuales y no de personas de bajos recursos). 

Es notable, también, que casi todo el comentario vertido al respecto no haga ninguna referencia a la vida militar y a las condiciones del soldado: son juicios que no consideran la realidad de una de las partes. No me parece aventurado suponer que ninguno de los que acusan al Ejército tan vehementemente haya tenido alguna experiencia en las Fuerzas Armadas. 

Cierto es que el Ejército discrimina, por edad y capacidades físicas entre otras cosas. ¿Constituye eso discriminación arbitraria? Las condiciones que puede encontrar un soldado en su tiempo de servicio incluyen dormitorios comunes, camarines estrechos, duchas con poca privacidad. En campaña le tocará compartir una carpa con otro soldado, duchas sin ninguna privacidad (no viene al caso describirlas) y letrinas sin subdivisiones. En esas condiciones las Fuerzas Armadas separan a los hombres de las mujeres y nadie alega segregación injusta. ¿Será conveniente juntar a hombres que sienten atracción por otros hombres en circunstancias que aconsejan la separación de los sexos? Podría considerarse además la estructura jerárquica del Ejército, y las complicaciones que podrían derivarse de esto, pero no es momento de re-abrir el expediente del caso del soldado Pedro Soto Tapia. 

Por razón de los altos decibeles en la discusión, y lo personal de algunos intereses, puede pasarse por alto que el Ejército tiene una función específica, que es custodiar la soberanía de la Nación. Su organización debe apuntar a realizar bien ese fin y no a ser un reflejo de la sociedad a la que sirve, o a ser campo de experimentos sociales según las sensibilidades políticas del momento. Lo violento de las reacciones hace surgir la pregunta si acaso podrá discutirse este tema con calma, o si el la cuestión se resolverá a favor del que grite más fuerte.

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