por Federico García (publicado en El Sur, de Concepción)
Es asombroso como se mantiene la popularidad de nuestra ex-presidenta. El paso del tiempo parece no afectarla, como muestran las encuestas. Como ministra del gobierno de Lagos no fue ninguna maravilla, no cumplió su promesa de acortar la espera en los consultorios, aunque logró una buena foto en un vehículo blindado y, sobre todo, supo obtener el afecto de la mayoría. Se entiende que haya sido elegida; nadie espera que el voto sea un ejercicio de pura racionalidad (pero es la mejor alternativa que disponible).
Lo que cuesta entender es que su popularidad se mantenga luego de un gobierno relativamente tranquilo pero bastante inepto. Piénsese en el legado de Bachelet: casi ningún avance en resolver problema energético, el monstruo del Transantiago que le cuesta al erario fiscal miles de millones al mes, el aumento de la pobreza y de la desigualdad en su gobierno, su deficiente actuación durante el terremoto y tsunami, su falta de decisión para evitar los saqueos posteriores, la falta de soluciones frente a las solicitudes de los estudiantes secundarios, y sobre todo, su reticencia actual hablar sobre su gobierno, refugiándose en una supuesta victimización. Es cierto que el voto es más un acto del corazón que de la cabeza, pero en algún momento tiene que funcionar la cabeza.
Con una hoja de servicios como la de Bachelet, cualquiera bajaría en las encuestas. Seguro que nadie la contrataría para un cargo de responsabilidad (entre otras cosas, porque no responde). Pero ella, manteniéndose un par de años alejada de la contingencia y evitando hablar de lo que lo que hizo y dejó de hacer, sube como la espuma. Puede que hasta se repita el plato, cosa que no iban a hacer los ministros de su gobierno. Se le puede pegar políticamente pero es imposible botarla, se la comparado con un mono porfiado.
Varios comentadores han tratado de explicar esto. Alguno me ha dicho que ella es como una figura materna en un país de padres ausentes, por lo que es imposible tratarla con dureza. Puede ser, pero habrá explicaciones alternativas. Propongo la siguiente: el machismo.
Que la sociedad chilena es machista es un lugar común bastante aceptado. Ahora, el machismo puede tomar distintas formas, una de ellas, es la perdonarle todo a una mujer. Se sigue de que al no ser considerada tan capaz, no se le puede pedir que responda de la misma manera que un hombre. Se asume que se va a equivocar, al equivocarse confirma el prejuicio, se le perdona cualquier desastre que pueda haber causado, y todos contentos. Bachelet no es el único ejemplo de esto, pero no hace falta sacar al sol otros trapitos nacionales guardados hace tiempo.
A la ex-presidenta parece no importarle mucho este tipo de machismo, de hecho, ha usado antes la lástima como arma política. En todo caso, si esto la pone a la cabeza del país otra vez, será por lo machista que somos. Pero esto es sólo una hipótesis para intentar explicar lo inexplicable.
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