Han
pasado ya varios días desde que está disponible en Chile el juego-aplicación
“Pokemón Go” y no deja de ser notable la cantidad de gente que anda por las
calles cazando animalitos virtuales. Las voces agoreras, en serio y en broma, han
deplorado la situación y juzgado a esta generación que parece poseída de una
estupidez colectiva. Esta situación particular no es para tanto: conozco muchos
buenos profesionales, padres responsables y ciudadanos comprometidos que han
bajado la aplicación sin destruir sus vidas en el proceso de captura y
entrenamiento de los animalitos virtuales (aunque alguno tuvo que ponerle freno
al asunto en su oficina). Por lo demás, es probable que el tiempo perdido en
cacerías de pokemones no hubiera sido aprovechado en alta cultura de no existir
este juego. No vale la pena preocuparse y añorar un pasado mejor, dentro
de poco “Pokemón Go” no será más que un recuerdo y en el futuro habrá otras
cosas en las que perder el tiempo.
La
histeria colectiva de un juego de realidad aumentada es sólo un elemento de algo más
amplio. Es tentador recurrir a teorías sobre el comportamiento masas (y Chile
parece ser un lugar especialmente susceptible a este tipo de fenómenos), pero
también se puede mirar la situación desde la perspectiva de la cultura del
entretenimiento y el afán de novedades. Si no es “Pokemón Go”, será otra cosa:
revisar compulsivamente los whatsapps, navegar por internet sin destino alguno,
mirar video tras video en youtube, volver una y otra vez a las noticias por si
ha pasado algo, etc. Actividades inofensivas, todas ellas, por supuesto, pero
destinadas a llenar tiempos vacíos. Y habría que preguntarse si esto es tan
inofensivo o apunta a algo más profundo.
Lo
que devela la cultura de la distracción es, por una parte, la dicotomía entre
trabajo y juego, que lleva, como contrapartida, a la evasión continua. A juzgar
por resultados y actitudes, para mucha gente el trabajo es poco más que una
actividad penosa, que hay que soportar para poder vivir. (El estudio es
también, entonces, una actividad penosa que hay que soportar para poder obtener
un trabajo para poder vivir: quizás en el problema del sentido se encuentre una
de las semillas del malestar estudiantil). Por lo mismo, es natural querer
escapar del trabajo. Para quienes tienen un trabajo de escritorio, la pantalla
es un medio muy eficaz. Pero una vez terminado el trabajo no está claro que
comience la vida, entre otras cosas, porque no está claro en qué consiste eso.
Frente a una vida con poco contenido o proyecto, o concebida como pura
distracción (distracción o diversión de sí misma), es natural que una novedad
como un juego de realidad aumentada genere un movimiento de masas: entrega una
sensación de propósito a medida que se van cumpliendo metas intrascendentes. Es
como la venida de un mesías que viene a liberar al pueblo de su aburrimiento y
sinsentido. Un falso profeta, pero no importa, si éste no cumple su promesa, ya
vendrá otro.
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