jueves, 26 de noviembre de 2015

Variaciones sobre un concierto

El incidente del concierto de la Nueva Canción Chilena en la Universidad de los Andes me dejó con gusto a poco. Lo que podría haber dado lugar a una buena discusión sobre la relación entre ética y estética simplemente no estuvo a la altura. Sin ser experto en el tema, trataré de abordar esas cuestiones, que si no interesan a los que se esforzaron en mostrar su apertura de mente, podrían interesar a algunos pocos.

Se podría empezar por lo fácil: la relación entre la vida moral del artista y la obra de arte, aunque esto nunca estuvo realmente en disputa. La respuesta, con frecuencia, es que no hay relación, o muy poca. No en vano suele recordar un conocido crítico de arte chileno que Caravaggio era un espadachín, pero sería difícil deducir eso mirando La vocación de Mateo o El prendimiento de Cristo. Aunque la vida del artista esté lejos de ser ejemplar, su obra puede incluso ser edificante. La vida desordenada del artista no sería una razón para objetar  una obra de arte. Sin embargo, el autor no puede sino estar presente en su obra (el asunto es cómo). Tengo un amigo que por esa razón prefiere no leer libros de autores suicidas (por mi parte, no tengo problemas con Zweig, Márai o Hemingway).

Pero esta breve consideración puede llevarnos un poco más lejos. Podría uno preguntarse si acaso la obra de un autor no depende tanto de algún aspecto específico de su vida sino de su sustrato cultural, y qué puede implicar eso. Caravaggio, siendo un pendenciero, no podría sino haber pintado cuadros religiosos, dado su tiempo y lugar. Sin duda que su arte es cristiano, ¿pero una exposición de sus cuadros podría ser considerada como un patrocinio del cristianismo que representa?, o puesto de otra forma ¿es separable, en esas obras, el cristianismo de la belleza? Si la respuesta parece ser afirmativa en este caso, podemos plantear la misma pregunta respecto a otro tipo de obras de arte, pasando de la vida del autor a su intención expresa. Tomemos, por ejemplo, las novelas de Evelyn Waugh. El ambiente de Waugh no era un ambiente católico, pero sus novelas sí lo son (además de ser excelentes como novelas). En este caso, dada la intención del autor, es más difícil separar la idea que da origen a la obra de la obra misma. Podemos empezar a hablar de una ética de la obra misma, además de la ética del autor, aunque sea la intención del autor la que produce la ética de la obra. Podría plantearse la pregunta si acaso puede haber, o tiene sentido, arte que sea pura expresión de belleza sin referencia a nada más.

Y si hay una ética de la obra y del artista, también hay una ética del receptor. La obra puede recibirse de manera distinta a la prevista por el autor. Así, una pintura explícitamente cristiana podría ser apreciada sólo por la belleza de sus formas, o un discurso político considerado sólo en cuanto a su estilo. Habría que ver hasta dónde es posible esto; si bien las características de un objeto (su belleza) pueden ser separadas del objeto en la mente, en la realidad el objeto sigue siendo uno. Dicho de otro modo, más que la belleza, existen las cosas bellas, y como son cosas, además de bellas tienen otras cualidades. Parecería que no se hace justicia a la obra de arte si se la considera de manera tan parcial. Lo bello no es sólo bello y punto: puede ser bello y verdadero, o bello y falso. La misma literatura, desde los cuentos tradicionales hasta el Fausto de Goethe muestra que lo malo o lo falso pueden revestirse de formas bellas (de hecho, esas serían unas de sus pocas maneras de atraer).

Para ir terminando, el receptor, además de apreciar una obra en su totalidad o parcialmente puede apreciarla según la mente del autor, o de manera científica. Habría que ver si se puede apreciar plenamente una obra de arte al margen de la intención del autor, o si la investigación crítica es equivalente a la admiración. Son cuestiones que exigirían más espacio, quizás haya que esperar a un nuevo concierto para poder conversar sobre esto con una mente abierta a la totalidad de una obra de arte. En todo caso, me parece que aceptar por igual a toda forma de arte es no tomarse el arte suficientemente en serio.

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