El incidente del concierto de la Nueva Canción Chilena en la
Universidad de los Andes me dejó con gusto a poco. Lo que podría haber dado
lugar a una buena discusión sobre la relación entre ética y estética simplemente
no estuvo a la altura. Sin ser experto en el tema, trataré de abordar esas
cuestiones, que si no interesan a los que se esforzaron en mostrar su apertura
de mente, podrían interesar a algunos pocos.
Se podría empezar por lo fácil: la relación entre la vida
moral del artista y la obra de arte, aunque esto nunca estuvo realmente en
disputa. La respuesta, con frecuencia, es que no hay relación, o muy poca. No
en vano suele recordar un conocido crítico de arte chileno que Caravaggio era un
espadachín, pero sería difícil deducir eso mirando La vocación de Mateo o El
prendimiento de Cristo. Aunque la vida del artista esté lejos de ser
ejemplar, su obra puede incluso ser edificante. La vida desordenada del artista
no sería una razón para objetar una obra
de arte. Sin embargo, el autor no puede sino estar presente en su obra (el
asunto es cómo). Tengo un amigo que por esa razón prefiere no leer libros de
autores suicidas (por mi parte, no tengo problemas con Zweig, Márai o Hemingway).
Pero esta breve consideración puede llevarnos un poco más
lejos. Podría uno preguntarse si acaso la obra de un autor no depende tanto de
algún aspecto específico de su vida sino de su sustrato cultural, y qué puede
implicar eso. Caravaggio, siendo un pendenciero, no podría sino haber pintado
cuadros religiosos, dado su tiempo y lugar. Sin duda que su arte es cristiano, ¿pero
una exposición de sus cuadros podría ser considerada como un patrocinio del
cristianismo que representa?, o puesto de otra forma ¿es separable, en esas
obras, el cristianismo de la belleza? Si la respuesta parece ser afirmativa en
este caso, podemos plantear la misma pregunta respecto a otro tipo de obras de
arte, pasando de la vida del autor a su intención expresa. Tomemos, por
ejemplo, las novelas de Evelyn Waugh. El ambiente de Waugh no era un ambiente
católico, pero sus novelas sí lo son (además de ser excelentes como novelas).
En este caso, dada la intención del autor, es más difícil separar la idea que
da origen a la obra de la obra misma. Podemos empezar a hablar de una ética de
la obra misma, además de la ética del autor, aunque sea la intención del autor
la que produce la ética de la obra. Podría plantearse la pregunta si acaso
puede haber, o tiene sentido, arte que sea pura expresión de belleza sin referencia
a nada más.
Y si hay una ética de la obra y del artista, también hay una
ética del receptor. La obra puede recibirse de manera distinta a la prevista
por el autor. Así, una pintura explícitamente cristiana podría ser apreciada
sólo por la belleza de sus formas, o un discurso político considerado sólo en
cuanto a su estilo. Habría que ver hasta dónde es posible esto; si bien las
características de un objeto (su belleza) pueden ser separadas del objeto en la
mente, en la realidad el objeto sigue siendo uno. Dicho de otro modo, más que
la belleza, existen las cosas bellas, y como son cosas, además de bellas tienen
otras cualidades. Parecería que no se hace justicia a la obra de arte si se la
considera de manera tan parcial. Lo bello no es sólo bello y punto: puede ser
bello y verdadero, o bello y falso. La misma literatura, desde los cuentos
tradicionales hasta el Fausto de Goethe
muestra que lo malo o lo falso pueden revestirse de formas bellas (de hecho,
esas serían unas de sus pocas maneras de atraer).
Para ir terminando, el receptor, además de apreciar una obra
en su totalidad o parcialmente puede apreciarla según la mente del autor, o de
manera científica. Habría que ver si se puede apreciar plenamente una obra de
arte al margen de la intención del autor, o si la investigación crítica es
equivalente a la admiración. Son cuestiones que exigirían más espacio, quizás
haya que esperar a un nuevo concierto para poder conversar sobre esto con una
mente abierta a la totalidad de una obra de arte. En todo caso, me parece que aceptar
por igual a toda forma de arte es no tomarse el arte suficientemente en serio.
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