Hace apenas unas semanas un amigo politiquero me decía que
en la derecha estaban tan seguros de ganar la siguiente elección presidencial,
que la elección iba a decidirse en las primarias del sector. Difícil no estar de
acuerdo, hace tiempo que no se veía un gobierno como el actual: una mezcla
perfecta de ideología, incompetencia y corrupción. La próxima elección, en dos
años más, parecía carrera corrida para la derecha. Después de este desastre de
gobierno, imposible que el país no anhelara un gobierno ordenado, eficiente, y
sobre todo, con un enfoque económico distinto; una vuelta a la derecha de
siempre: sin grandes pretensiones, pero que haga bien su trabajo.
Hasta que (re)apareció Ricardo Lagos. No es que el de Lagos
haya sido un buen gobierno (es cosa de pensar en el Transantiago, la relación
con los países vecinos, o en su sucesora patrocinada por él mismo) pero dio la
impresión de serlo y eso es lo que importa. En ese sentido, Michelle Bachelet
es una buena hija de Ricardo Lagos. Si ella ganó por su empática imagen
materna, con el delantal blanco como fondo, Lagos suscita adhesión por su seria
imagen paterna, enmarcada en un terno gris. Además, los empresarios quedaron
contentos con Lagos, no necesitan una derecha para lograr lo que quieren.
Esta situación pone a la derecha en aprietos, pero también
presenta una oportunidad. Ganar la próxima elección ya no es algo dado, la
consigna del cambio ya no es suficiente. Si a la izquierda parecía sobrarle “relato” (lucha contra la desigualdad, promoción de la
igualdad y acabar con las desigualdades…) y faltarle competencia, la derecha no
acaba de darse cuenta que la mera buena administración sin un sustento
verdaderamente político es una base muy débil, porque no constituye un proyecto
común. Los ingenieros y economistas que trabajan 24/7 aun no parecen darse
cuenta de que si siguen haciendo las cosas como siempre, los resultados serán
los mismos, y si además, aparece alguien en izquierda capaz de buena gestión a
la derecha le esperan otros cuarenta años en el desierto. Pero la derecha
también puede plantearse si acaso su rol en el país es simplemente ser la
facilitadora de los grandes empresarios, diferenciarse de Ricardo Lagos y
ofrecer un proyecto político y no sólo administrativo.
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