lunes, 24 de agosto de 2015

Conversación de cosas no dichas

“Acá hay una conversación de cosas no dichas, en Chile hay aborto” ha dicho nuestra presidente en una entrevista radial, repitiendo un conocido argumento que puede usarse a favor de lo que sea, afirmando que tal o cual cosa “es una realidad”. Por supuesto que en Chile hay aborto, además, se ha dicho hasta el cansancio. También hay maltrato a las mujeres, conducción a exceso de velocidad, malversación de fondos públicos, evasión de impuestos, etc. El hecho material que algo ocurra no implica absolutamente nada en su favor o en contra. La cuestión es qué se hace con eso que ocurre. Como argumento es banal, por no decir estúpido, y como algunas de las personas que lo repiten son bastante hábiles, lo que hay que hacer es indagar, precisamente, sobre lo implícito, sobre lo no dicho.

La primera de las cosas no dichas es que esto no es una conversación ni un debate, porque un argumento del tipo usado por la presidente ya asume que el aborto no algo ni tan malo ni tan grave como para prohibirlo en toda circunstancia. Y si los ricos pueden hacer algo que lo pobres no pueden permitirse, eso tampoco es razón para permitirlo o prohibirlo, depende de la cuestión previa, que algo asumido pero no dicho. Si los ricos lo hacen y es grave, entonces la solución es una mayor fiscalización, no una despenalización. La voluntad de imponer el aborto en Chile es clara y previa a cualquier debate. Dada la solidez de las razones médicas, éticas (y prudenciales) para defender el derecho a la vida del que está por nacer, la actitud de nuestras autoridades sólo puede ser calificada de contumaz (como lo hizo el profesor Jorge Martínez Barrera, del Instituto de Filosofía de la PUC).

Una segunda cosa no dicha es que si bien en Chile hay aborto, no sabemos cuántos casos de los abortos que hay quedarán cubiertos por las tres causales que contempla la despenalización (probablemente muy pocos). Tampoco sabemos a ciencia cierta cuántos abortos hay; es un delito que la víctima no denuncia (porque muere) y la familia tampoco (porque es cómplice). Lo que sí sabemos es que las estimaciones más serias, como las del Dr. Elard Koch, están muy por debajo de las cifras que entrega la propaganda pro-aborto. También sabemos, por el testimonio del Dr. Nathanson, que el lobby pro-aborto no tiene problemas en inflar las cifras para su conveniencia.

La tercera cosa no dicha es la intención que hay detrás de la despenalización del aborto. Una cierta desconfianza de los ciudadanos hacia el gobierno es siempre saludable, pero en este caso (y con este gobierno) es algo obligatorio. Los principios invocados en dos de las tres causales abren la puerta a una despenalización más amplia, éste ha sido el camino seguido por los países dónde hay aborto. Tampoco se ha dicho cuánta presión internacional ha habido para despenalizar el aborto, ni los intereses económicos involucrados.

Y la última cosa no dicha es el horror del aborto, la deshumanización de una sociedad que se permite destruir a sus miembros más inocentes y más débiles. Para ver esto es cosa de mirar a los países donde se ha impuesto, de a poco, siempre de a poco, la cultura de la muerte. 

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