Se dice que en el caso Dávalos la
presidente ha actuado más como madre que como estadista, que ha antepuesto los
intereses de su hijo a los del país. Ella misma se referido al “dolor de madre”
que siente, sin lograr conmover a la gente. No es tan cierto que Michelle
Bachelet haya actuado como madre o que haya tenido más presente el interés de
su hijo: una buena madre habría castigado al hijo por su conducta corrupta,
para corregirlo. Madre malcriadora ha sido, de esas que impiden que los hijos
maduren y se hagan responsables; pero eso ya lo sabíamos: a unos ofrece bonos y
a su hijo influencia y dinero fácil. Pero a pesar de todo, se siente y
comprende el conflicto entre familia y república, entre interés privado y público.
Es claro cómo debía resolverse este
conflicto. Quizás la falta de claridad y fortaleza moral de Bachelet se deba a
una deficiencia en su educación. No es que la educación sea una panacea, ni que
haya una relación causal directa entre educación y conducta moral, pero hay
algunas lecciones que quedan. No sé qué clase de educación recibió la
presidente, pero un episodio de la historia de Roma (esa que apenas conocen los
que pasan por nuestro sistema educacional) ilustra el problema. Lo narraré como
recuerdo haberlo oído de don Roberto Soto, aquel joven profesor que marcó a
tantos.
Tito Manlio era un soldado
romano. Antes de una batalla contra los galos, un enorme guerrero vestido de
mil colores (“un picante”, según don Roberto) se adelanta y desafía en combate
singular al que se atreva. Manlio, vestido sobriamente como corresponde a un
romano, pide permiso a su superior para enfrentarse al galo (“disciplinado”,
dijo don Roberto). Vence a su oponente, lo que infunde temor en el resto de los
galos que son derrotados en la batalla. Manlio, con su acción, trajo honor a su
persona y a su familia. Años más tarde, siendo general, tuvo bajo su mando a su
propio hijo, Tito Manlio el joven, o junior. Durante una campaña dio la orden,
bajo pena de muerte, de que nadie entrase en combate con el enemigo por su
cuenta, antes de la batalla. Pero Tito Manlio junior se encontró con un
adversario que lo desafió. Manlio junior
aceptó, y derrotó a su oponente. Volvió al campamento jactándose de su hazaña y
mostrando como trofeo el collar del bárbaro. Su padre, al verlo, lo recriminó y
le recordó la orden. Con el pesar de su corazón, ordenó que se aplicase la pena
capital a su propio hijo, como lo habría hecho con cualquier otro soldado
indisciplinado. (Si hay alguna inexactitud en esto, es por falla de mi
memoria.)
Lección primera: los intereses de
la república pesan más que los intereses privados. Es cierto que la familia es
el la unidad social básica, pero la familia sólo puede desarrollarse si existe
la comunidad política, de la que depende para muchos de bienes materiales y
espirituales. Si se antepone el interés privado, la sociedad, al revertirse a
sus unidades básicas, se “corrompe”.
Lección segunda: la enseñanza de
la historia clásica es fundamental para comprender y preservar nuestras instituciones
políticas y sociales, que ahí tienen su origen. Eso es de una utilidad mayor,
si se quiere usar ese argumento, que el progreso material que puedan traer
otras disciplinas más “prácticas”.
Una comparación maravillosamente acertada. Y gracias por, contrariamente a lo que estoy acostumbrada a oír en mi país, decir "la presidente".
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