por Federico García (publicado en El Sur, de Concepción)
“No se puede razonar con un marihuanero –me informó un psicólogo cuando le pregunté por el tema– cualquier cosa que amenace su placer será rechazada de plano”. A fin de cuentas, la marihuana es una droga y eso es una causa de que en el debate se cuelen tantos errores de razonamiento, aunque probablemente la causa principal de que la discusión se vea plagada de falacias es la poca costumbre que tenemos de argumentar con rigor.
Por ejemplo, se ha dicho que la confesión del senador Rossi ha sido “valiente” frente a la hipocresía nacional que tiende a ocultar las realidades desagradables. Veamos: si se dice “valiente” es que ya se ha llegado a una conclusión favorable. Distinto sería si el senador hubiera dicho que se emborracha un par de veces al mes, o que ha participado en carreras clandestinas. Algo así, al no estar pre-aprobado por buena parte de los comentadores, no haría al que lo confiesa merecedor del adjetivo “valiente”.
No está demás una digresión sobre la hipocresía. Ésta tiene dos contrarios, igualmente sinceros: la virtud y el cinismo. No porque la hipocresía sea mala todo lo que se le oponga será necesariamente bueno. El cinismo puede ser peor que la hipocresía, pero esto es irse por las ramas de la lógica.
La discusión sobre las drogas no es principalmente sobre si se legaliza o no una práctica masiva (podría aplicarse a la evasión de impuestos, a la conducción por sobre el límite de velocidad, etc.) o sobre qué es lo más eficiente económicamente. La cuestión de fondo, relacionada con las anteriores pero que no suele aflorar en estos debates, es qué y cuánto estamos dispuestos a tolerar como sociedad.
La eliminación completa de algunos males acarrearía males mayores, por eso se los tolera. En el caso del tabaco, por ejemplo, la balanza se inclina cada vez más hacia su prohibición total, en desmedro de ciertas libertades. Se lo considera tan malo, que supresión compensaría los males que esta misma pueda causar. Respecto de las drogas no se ha visto una discusión de fondo, ni tampoco mucha difusión, sobre el alcance de los males que causan, tanto físicos –y mentales– como sociales como para poder formar un juicio sobre si corresponde tolerarlas o no.
Tampoco se ha debatido si acaso la libertad de quienes quieren acceder fácilmente al placer de drogarse valdría la pena frente a los males que podrían ocasionarse por la legitimación social y legal de la droga: es decir, si una sociedad que se preocupa por el bien de sus ciudadanos puede o no permitir, con todo lo que eso implica, este tipo de males. Frente a esto, argumentos de tipo económico o práctico son accidentales.
Con esto se llega a un tema más fundamental aún: qué tipo de bienes compartidos debe custodiar una sociedad. (En el caso de las drogas, dado su efecto en la mente humana, van mucho más allá de la salud corporal). Si no hay noción de esto, es inevitable que el debate eluda los problemas de fondo y se resuelva a favor del que lo manipule más hábilmente.
Cuando dices: "No está demás una digresión sobre la hipocresía. Ésta tiene dos contrarios, igualmente sinceros: la virtud y el cinismo." estás totalmente equivocado. La hipocresía tiene un solo contrario: la sinceridad. Es decir hipocresía y sinceridad son antónimos. Esto es un ejemplo de razonamiento que no tiene fundamento lógico: p = -q' ^ p=-r' <=> q'=r', por lo que estarias diciendo que "virtud" y "cinismo" son lo mismo, grave!
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