El problema de fondo en el tema de la selección en los
colegios es la libertad de asociación (que siempre es una amenaza para un
Estado controlador), pero eso quedará para otra ocasión. Un problema más
superficial, pero igualmente ineludible es logístico: si muchas personas
quieren matricular a sus hijos en un mismo colegio, pero ese colegio no puede recibir a todos sus posibles alumnos,
algunos tienen que quedar fuera. Eso es necesariamente así. Queda la cuestión
de definir los criterios por los cuales unos quedan dentro y otros fuera.
Que sea el dinero el elemento definitorio parece injusto,
sobre todo si considera injusto que unos tengan más dinero que otros y que
puedan usarlo para mejorar la condición de los suyos. También parece injusto si
el dinero es sólo una barrera de entrada artificial para dejar fuera a algunos y
no un reflejo del costo real de una mejor educación. Pero el dinero no es el
único criterio de selección, hay colegios que se permiten dejar fuera a
potenciales alumnos por razón de su modelo educativo. Los que ya están dentro
de un establecimiento determinan quién puede entrar después. Se pone en la
balanza el bien de los que llegan y el de los que ya están. El modelo educativo
puede corresponder a una identidad religiosa o de ideales que se busca
custodiar, o a la excelencia académica que se busca mantener. Ahora bien, el
futuro estudiante no es responsable de su identidad o capacidades, por lo que,
de nuevo, podría considerarse injusto seleccionar en base a estos criterios.
Sin embargo, si se considera que la educación escolar es algo de lo que
participan los padres o el entorno, formando una comunidad que implica no sólo
al alumno, entonces es posible defender la libertad de asociación al formar un
colegio.
Ahora bien, si no se acepta lo anterior, pareciera que sólo
se puede recurrir a la suerte para resolver el problema de la selección. La
suerte no es injusta porque no considera la cuna a la hora de repartir
beneficios o males: ante ella hay igualdad. Pero que la suerte no sea injusta
no significa que sea justa, es simplemente aleatoria; no tiene voluntad de
ningún tipo (que un terremoto dañe a una ciudad y no a otra no es ninguna
injusticia). Y por atractivo que resulte usar una tómbola para resolver el
problema de la selección escolar, resulta que en el fondo es trasladar el
problema: como un niño no elige donde nace, eso es fruto de su suerte, se
podría decir que ya existe una tómbola que decide quién entra a qué colegio.
Agregar otra es sólo dar un chute más al problema, además de eliminar lo poco
de voluntad humana (esfuerzo del estudiante, preocupación de los padres) que
pueda haber en todo el proceso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario