por Federico García (publicado en El Sur, de Concepción)
“Nunca es justificable violar los derechos humanos” es un absoluto moral que ha quedado en la conciencia de todos, a pesar del relativismo y emotivismo imperantes. Hay que agradecer a la izquierda por tan férrea defensa de un principio moral que no admite ningún tipo de excepción. Es una garantía para la moral pública el que todos estemos de acuerdo en que existen este tipo de absolutos.
Lo curioso es que a la izquierda nunca le han importado los derechos humanos. No hace falta remontarse a la guillotina, ni recorrer el Gulag para darse cuenta. Tampoco hace falta traer a la memoria el MIR, el GAP, el FPMR u otros grupos más o menos cercanos, ni el asilo concedido al último líder de Alemania Oriental.
No hace falta, porque cada cierto tiempo a algún personaje de izquierda se le escapa la verdad de lo que lleva dentro y dice cosas como que le gustaría ver arder de Plaza Italia para arriba, que no ha descartado la vía armada al poder, o viaja a Cuba a rendirle vasallaje a un dictador, o alguna otra cosa por el estilo.
No se trata de jugar al empate (y aunque así fuera, un empate desenmascara el doble estándar), sino de mostrar una realidad: a la izquierda chilena no le interesan los derechos humanos y no cree en ellos, sino como arma política.
Esto genera una situación curiosa; en cierto sentido, la izquierda está empezando a ser víctima de su propio éxito en esta materia: tanto ha recalcado que nada justifica la violación de los derechos humanos, y tanto ha calado esto en la gente, que corre el riesgo de ser llamada a declarar, tanto por ciertas actitudes actuales como por su pasado violento (que nada justifica).
La izquierda tendría que responder, como ha hecho que otros lo hagan y además quedaría al descubierto la instrumentalización del dolor para la ganancia política. Sería cosa de poca monta si esto sólo se implicara a la izquierda más dura, pero en Chile la centro-izquierda ha pactado con los que tienen un pasado (y presente) violento.
Para evitar esto, para no tener que responder, la izquierda dura hace lo que hace mejor: luego de un ataque de histeria, usa la violencia (el resto de la izquierda aplaude o calla). A veces la violencia es física, para impedir que los que piensan distinto se reúnan. Otras veces es mediante la presión ejercida a través de los medios de comunicación, para que quienes quieren mostrar la realidad completa, y no sólo una cara, guarden silencio o pierdan sus cargos. En cualquier caso, se trata de una nueva vulneración de los derechos de las personas por parte de la izquierda: ataques a la integridad corporal y a la propiedad nunca faltan, pero sobre todo se trata de un ataque al derecho de estudiar y difundir la verdad sobre los movimientos, partidos y personas de izquierda.
Es que a la izquierda dura no le importan los derechos humanos, porque para ella la persona no vale nada frente al Partido, sólo le importa una cosa: ella misma. ¿Y a la centro-izquierda? Todavía no se sabe bien qué es lo que le importa.
la izquierda dura, es esquizofrenica sobre el tema de los derechos humanos, de acuerdo. Pero la centro izquierda, representada por Carolina Toha, MEO, Ricardo Solari, Andres Velasco, etc. ¿no ha sido extremadamente defendora de los derechos humanos?
ResponderEliminarPero el artículo tiene un error. ¿sabe el autor que son los derechos humanos? ¿quienes los violan? Podría leer al maestro Jaime Castillo