jueves, 15 de diciembre de 2011

Infinito

por Federico García (publicado en El Sur, de Concepción)

La variedad de cosas que hay en el mundo, tanto natural como artificial, es casi infinita. ¿Quién puede decir que una cosa u otra sea la mejor o la más bella en su tipo? Esta variedad pone de manifiesto la limitación de las cosas materiales: nada puede agotar la perfección de su propia especie, por mucho que lo intente. Un caballo negro, por ejemplo,  no es mejor que uno blanco; ni un veloz auto deportivo es mejor auto que un duro todoterreno o que un elegante auto de lujo. Todos son buenos y tienen algo atrayente, pero que les impide ser como los otros.

En esto se ve muy claramente por qué ninguna cosa material satisface completamente al hombre, por muy buena que sea. Ningún objeto puede dar al ser humano lo que más quiere, que es la felicidad, porque el deseo de felicidad del hombre es infinito y ninguna cosa o cantidad de cosas cumple ese requisito.  Parece obvio, pero como las cosas materiales -los objetos- siempre dan alguna satisfacción, se produce el engaño de pensar que una buena cantidad o calidad de ellas llevarán a la satisfacción completa.  Pero al final ninguna cosa logra eso, porque el ser humano tiene anhelos de infinito.

Esto se hace especialmente presente en Navidad. Se anticipan regalos –que se deben comprar con el sudor de la frente, y se reciben y abren con alegría –pero siempre parece que el anticipo es mejor que el regalo, que la víspera es mejor que la fiesta (¿será porque es más inmaterial?), y al cabo de un corto tiempo, los regalos, por buenos que hayan sido, no logran entregar aquello que implícitamente prometían.

¿Qué es, entonces, lo que puede llenar ese infinito anhelo de infinito que tiene el hombre? Sólo algo infinito, y todo el universo, con sus miles de mundos, no alcanza a ser infinito. Quizás otro ser humano sea lo que más acerque al infinito. Pero por experiencia propia todos sabemos que ningún ser humano es perfecto y tampoco podrá cumplir con hacer completamente feliz a otro.

Para llenar ese anhelo del corazón humano, el infinito entró en el tiempo, se hizo finito y se puso al alcance de los hombres finitos en la primera Navidad. Esto es lo que se celebra con comidas y regalos que pueden satisfacer y llenar sólo por un momento porque son sólo un pálido reflejo de lo que el hombre anhela realmente. Si no se olvida esto, los pálidos reflejos harán más firme la determinación de alcanzar ese anhelo en el lugar donde realmente se encuentra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario