por Federico García (publicado en El Sur, de Concepción)
Los movimientos verdaderamente populares han sido pocos en la historia, porque las revoluciones no las hace el pueblo sino los intelectuales usando al pueblo como carne de cañón. El movimiento estudiantil no es una excepción.
No crea usted que el movimiento estudiantil es espontáneo. Ya el año pasado se hablaba de movilizaciones, pero los efectos del terremoto eran muy recientes como para llevarlas a cabo. Por eso lo de este año no pilló por sorpresa a ningún estudiante atento. Cuando empezaron las tomas y marchas callejeras recordé que un profesor de la universitario ya me había advertido que este año sería complejo: los comunistas eran “conservadores” al lado de los anarquistas que andaban agitando los ánimos en las distintas facultades.
Aunque el movimiento estudiantil tenga apoyo de la ciudadanía, no es un movimiento social sino político. Hay que notar que se gestó en las federaciones de estudiantes, hábilmente manejadas por unos pocos para obtener los resultados esperados. Cualquier cientista político sabe que los resultados de una elección pueden variar bastante según sea la forma de sufragio (los políticos también saben esto, por eso prefieren no cambiar el sistema binominal) y los dirigentes aprovechan esto cada vez que pueden.
No soy parte del movimiento estudiantil pero al tener contacto con la universidad he llegado a saber algunas cosas que quizás usted no sepa. Por ejemplo, es de notar que el número mínimo de asistentes a una asamblea, para que sea válida, es bajísimo en relación al total de alumnos de cada facultad. En casi todas las votaciones de las que he tenido noticia no alcanza a votar el 30% de los estudiantes. ¿Le parece un porcentaje que asegura la representación? En cualquier país una elección que tuviera menos del 40% de participación sería un fracaso, pero en las federaciones eso no llama la atención.
El voto secreto, pilar de la democracia, es casi inexistente. Se vota a mano alzada con las consiguientes pifias a la minoría. Por supuesto que no se invita a observadores externos a las asambleas. ¿Se imagina una elección nacional dónde no pudiera haber observadores de otros países? Suscitaría sospechas, por decir lo menos. Podría seguir dando ejemplos de asambleas invalidadas por resquicios; estatutos y opciones de voto definidos entre cuatro paredes, etc. La democracia universitaria no pasa las pruebas más básicas que se le exigirían a cualquier otra.
La reacción contra de quienes han logrado hacer una oposición efectiva es la prueba más contundente del espíritu antidemocrático –y políticamente interesado- del movimiento. Usted ya habrá leído sobre funas a certámenes, funas con violencia física, por supuesto.
Por otra parte, si le queda alguna duda de que se trata de un movimiento político, vea el contenido de las demandas, y verá que exceden ampliamente lo académico, y con un sesgo bastante claro. Es natural que quienes organizan movilizaciones tengan ventaja sobre los que van a la universidad a aprender. Pero es inaceptable que un grupo ruidoso y con frecuencia violento le quite al resto, sea o no minoría, la oportunidad de estudiar. Es demasiado exigirle a un alumno que estudie, y que además se defienda contra quienes no lo dejan estudiar. Pero no hay mal que dure cien años, y este, al parecer, no durará ni uno.
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