por Federico García, publicado en El Diario de Concepción
Siempre ocurre que después de algún escándalo financiero, como el de Enron hace varios años o el más reciente de La Polar, suenan algunas voces indicando que es indispensable que se incorpore algún ramo de ética a los programas de Ingeniería Comercial, MBA y otros.
Los que impartimos cursos de ética, que ya están incorporados en muchos de estos programas, no podemos sino sonreír. ¡Cómo si obligar a la gente a estudiar ética fuera a hacerla buena! No es que no sirvan, pero no son lo más importante. Es que la ética es un saber práctico, de los que se aprende haciendo. Ninguna cantidad de horas escuchando lecciones de moral puede reemplazar al ejercicio diario de actos buenos, que llevan a una persona a tener una vida recta.
¿Cómo enseñar ética, entonces? Sin duda la reflexión sobre el actuar humano, en una bien pensada clase, puede ponerlo en una sólida base. Sin embargo, la enseñanza de la ética ocurre en todo momento, incluso en el aula, pero no en forma teórica. La enseñanza de la ética ocurre en primer lugar con el buen ejemplo del profesor, que llega a la hora porque es de justicia para con los estudiantes, que no regala las notas para evitarse malos ratos, que nunca termina la clase antes de la hora para congraciarse con sus alumnos, etc. La enseñanza de la ética se da también en las exigencias prácticas a los alumnos: cuando no se tolera la más mínima copia en pruebas, o no se deja pasar un trabajo mal hecho, por ejemplo, o cuando se hacen valer y no se relajan las indicaciones estipuladas en el programa al comienzo del año, cuando se le llama la atención, siempre, al alumno que llega atrasado porque la impuntualidad es una falta de respeto.
Esto se puede hacer en cualquier ramo, no sólo en ética. Y este tipo de enseñanza no es sola responsabilidad de quienes nos dedicamos profesionalmente al estudio de cuestiones morales, sino de todas las personas que tienen alguna incidencia en la educación de otras. Así se previenen, desde sus posibles orígenes, los desfalcos, la corrupción y otros males a gran escala. Si se descuida esto, sin embargo, el alumno de un MBA o de ingeniería comercial recibirá sus lecciones de ética empresarial, pero será un conocimiento vacío, que habrá llegado demasiado tarde por no estar respaldado en la práctica diaria, que es donde se enseña y se aprende la ética.
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